Primera lectura: 1Re 11,4-13:
“Por haber sido infiel te arrebataré el reino”
Salmo: 106:
“Acuérdate de mí, por amor a tu pueblo”
Evangelio: Mc 7,24-30:
Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños
5a Semana Ordinario San Jerónimo Emiliani (1513)
25 Una mujer que tenía a su hija poseída por un espíritu inmundo se enteró de su llegada, acudió y se postró a sus pies.
26 La mujer era pagana, natural de la Fenicia siria. Le pedía que expulsase de su hija al demonio. 27Jesús le respondió: Deja que primero se sacien los hijos. No está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perritos.
28 Ella replicó: Señor, también los perritos, debajo de la mesa, comen de las migas que dejan caer los niños.
29 Le dijo: Por eso que has dicho, puedes irte, que el demonio ha salido de tu hija.
30 Se volvió a casa y encontró a su hija acostada en la cama; el demonio había salido.
La súplica de la mujer sirofenicia es una invitación al mismo Jesús y a su comunidad discipular a ampliar el horizonte misionero. Encontramos el relato inmediatamente después de la catequesis que Jesús ha dado a propósito de la pureza. Una mujer y madre de religión y tierra paganas, con una hija poseída por un espíritu inmundo, implora por la liberación de su hija. A partir del envío de los Doce, en el evangelio de Marcos se hablará del alimento y del pan como imagen de la Salvación que Jesús ofrecía y de la que los judíos se sentían exclusivos propietarios. Había que ganársela dentro de su universo de creencias. Fuera de él, las puertas estaban cerradas. Sin embargo, en esta ocasión Jesús avanza en la catequesis y, aunque primeramente reacciona como cualquier judío de su tiempo, reconoce que la acción salvífica de Dios no tiene fronteras. Jesús no le da solo las migajas a la mujer sino la plenitud de la vida a su hija y a los de su raza. No podemos colonizar a Dios ni a su causa.
“Nunca quiso el sufrimiento ni para e´l ni para los dema´s. Toda su vida se habi´a dedicado a combatirlo en la enfermedad, las injusticias, la marginacio´n, el pecado o la desesperanza” (J. Pagola).