Primera lectura: Is 42,1-4.6-7:
“Miren a mi siervo”
Salmo: 29:
El Señor bendice a su pueblo con la paz
Evangelio: Mc 1,7-11:
“Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”
Bautismo del Señor
8 Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo.
9 En aquel tiempo vino Jesús desde Nazaret de Galilea y se hizo bautizar por Juan en el Jordán.
10 En cuanto salió del agua, vio el cielo abierto y al Espíritu bajando sobre él como una paloma.
11 Se escuchó una voz del cielo que dijo: Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto.
Con la fiesta de hoy iniciamos nuestro peregrinar en el Tiempo Ordinario. La designación del Mesías como «aquel que viene», nos recuerda que trajo la encomienda divina de la transformación de estructuras y relaciones por obra del Espíritu. El Jesús, Mesías, proclamado por Juan alude a aquel que nos sumerge en la misma vida de Dios. La inmersión hace referencia a la permanente oportunidad del creyente de re-crearse o re-generarse. Luego, la revelación del Padre –“Tú eres mi Hijo, el predilecto”– constata la opción preferencial de Dios por los pequeños y los pecadores. Con el bautismo, Jesús inicia su ministerio como Hijo amado, ungido por el Espíritu para salvar y dignificar toda vida. El bautismo de Jesús no fue un rito sin más o una tradición familiar: fue el inicio de un camino de amor sin límites que lo condujo a dar la vida. Pidamos hoy por nuestras comunidades de fe para que, como personas bautizadas, demos más cabida a lo que nos une y no a las diferencias que buscan separarnos.
“La Iglesia no debe ser percibida en ningún lugar como una institución que impone, juzga o amenaza desde su autoridad sagrada indiscutible, sino como un lugar de libertad y de invitación desde el que se propone la fe cristiana” (J. Pagola).