Primera lectura: Jer 7,23-28:
Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios
Salmo: 95:
“Ojalá escuchen hoy la voz del Señor”
Evangelio: Lc 11,14-23:
“Quien no está conmigo está contra mí”
3ª Semana de Cuaresma Santas Perpetua y Felicidad (203)
15 Pero algunos dijeron: Expulsa los demonios con el poder de Belcebú, jefe de los demonios.
16 Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo.
17 Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: Un reino dividido internamente va a la ruina y se derrumba casa tras casa.
18 Si Satanás está dividido internamente, ¿cómo se mantendrá su reino? Porque ustedes dicen que yo expulso los demonios con el poder de Belcebú.
19 Si yo expulso los demonios con el poder de Belcebú, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso ellos los juzgarán.
20 Pero si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, es que ha llegado a ustedes el reino de Dios.
21 Mientras un hombre fuerte y armado guarda su casa, todo lo que posee está seguro.
22 Pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte sus bienes.
23 El que no está conmigo está contra mí. El que no recoge conmigo desparrama.
Al tomar en serio la propuesta de Jesús, nos vemos comprometidos a cambiar nuestra manera de pensar, hablar y relacionarnos. Entrar a formar parte de la dinámica del Reino hace de nosotros agentes de la justicia y la paz, es decir, personas que no callan frente a las injusticias. En las sociedades autoritarias, se limita la libertad de expresión y se niegan otros derechos. Esta realidad está representada en el evangelio por el endemoniado mudo, imposibilitado de expresar lo que piensa o siente. Esta mudez es la imagen de sociedades reprimidas o adormecidas que, al no tener posibilidad de expresarse, quedan a expesas de quienes se sienten con autoridad, creyendo que su voz es la única que vale. La expulsión del mal es signo de la nueva conciencia y del compromiso que adquieren las comunidades de Jesús; participando de un Reino no dividido ni enfrentado, promueven la escucha, resuelven conflictos, disciernen y se abren a la novedad. ¿Cómo podemos evitar la murmuración y los silencios cómplices en nuestra comunidad?
“Jesu´s sufre al ver la enorme distancia que hay entre el sufrimiento de estos hombres, mujeres y nin~os hundidos en la enfermedad, y la vida que Dios quiere para sus hijos e hijas” (J. Pagola).