Primera lectura: Ezequiel 2,2-5:
Pueblo rebelde, sabrán que hay un prometa en medio de ellos
Salmo: 123:
Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia
Segunda lectura: 2 Corintios 12,7b-10:
“Muy a gusto presumo de mis debilidades”
Evangelio: Marcos 6,1-6:
No desprecian a un profeta más que en su tierra
14º Ordinario San Fermín (s. IV)
2 Un sábado se puso a enseñar en la sinagoga. Muchos al escucharlo comentaban asombrados: ¿De dónde saca éste todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado? Y, ¿qué hay de los grandes milagros que realiza con sus manos?
3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto era para ellos un obstáculo.
4 Jesús les decía: A un profeta sólo lo desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo sanar a unos pocos enfermos a quienes impuso las manos.
6 Y se asombraba de su incredulidad. Después recorría los pueblos vecinos enseñando.
La Palabra de Dios de este domingo nos recuerda que la profecía está muy presente en la historia humana. Que hay profetas que se sienten urgidos a proclamar gritos de denuncia y gritos de esperanza. Al mismo tiempo experimentan una gran debilidad ante semejante tarea y, con frecuencia, rechazo e indiferencia de las gentes que escuchan su mensaje. Viven una pasión que no les deja tranquilos y sufren una debilidad personal ante semejante carga. Hasta afirman, como Pablo, que están contentos con sus debilidades.
Más fuerte todavía es la experiencia de Jesús, puesto bajo sospecha por sus mismos vecinos y familiares. Ya el evangelio de Marcos nos había adelantado que Jesús no era bien aceptado por su propia familia; que habían acudido a llevárselo a casa porque, según ellos, estaba realizando acciones desconcertantes para el buen nombre de una familia, hasta acusarle de estar loco (Mc 3,20-35).
Este mensaje de Jesús es algo fuera de lo común; rompe los esquemas conservadores para anunciar una novedad, una alternativa al modelo de mundo establecido. A pesar de que esto hace sentir débil al profeta, porque todos ponen bajo sospecha su propuesta, es curioso que esto mismo se convierta en fortaleza y en motivo para seguir firme en su empeño. No sólo por el contenido del mensaje sino por el estilo de vida del mensajero. En el caso de Jesús, por su acercamiento a los sufrientes del pueblo y por dejar en un segundo plano las observancias del culto del sábado y las leyes de pureza.
Así Jesús se convierte en un peligro social. Hace temblar las leyes que regulan una convivencia, un modelo de sociedad, represiva e injusta. Y lo que más indigna a Jesús es que sostengan que esa estructura es querida y avalada por Dios. Jesús desconcierta, escandaliza, rompe esquemas, abre horizontes nuevos, trae Buenas Noticias. Noticias que contrastan con las malas noticias de la cotidianidad humana. Jesús es un peligro para la estructura establecida, pero un gozo para los desheredados de este mundo.
El gran reto para nosotros es seguir sus huellas, escuchar a los profetas de nuestra época, a gente humilde de las comunidades cristianas que dan testimonio de otro modelo de mundo. En este tiempo sinodal, tiempo de aprender a caminar juntos, nos toca escuchar a los líderes campesinos, indígenas, comunidades comprometidas en los barrios marginales, en las periferias de nuestras ciudades. Esa Buena Noticia ha sido sembrada en muchas comunidades de nuestro mundo. Nos toca seguir animando su crecimiento y multiplicando su fruto en comunidades proféticas, comunidades eclesiales de base y grupos proféticos insertos en la realidad de este atormentado mundo.
“Jesús actuó movido por su experiencia de Dios e invitó a las gentes y a sus seguidores a creer y acoger a Dios con la misma confianza con que él lo hacía” (J. Pagola).