Primera lectura: Hch 4,13-21:
No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído
Salmo: 118:
“Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste”
Evangelio: Mc 16,9-15:
“Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia”
En Octava de Pascua San Ceferino Agostini (1896)
10 Ella fue a contárselo a los suyos, que estaban llorando y haciendo duelo.
11 Ellos, al oír que estaba vivo y se le había aparecido, no le creyeron.
12 Después se apareció con otro aspecto a dos de ellos que iban paseando por el campo.
13 Ellos fueron a contárselo a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron.
14 Por último se apareció a los Once cuando estaban a la mesa. Les reprendió su incredulidad y obstinación por no haber creído a los que lo habían visto resucitado.
15 Y les dijo: Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad.
Nos encontramos con una versión breve de las apariciones o contada de otra manera pero con la misma dificultad: la falta de fe en el acontecimiento pascual. A la comunidad discipular le cuesta asimilar la idea de que Jesús haya resucitado. Será en la comunión y en la fracción del pan donde Jesús les abrirá el entendimiento y les dará el impulso para anunciar la Buena Nueva del Reino al mundo entero. La alegría de la Resurrección sigue motivando nuestra experiencia de fe. El testimonio de quienes han visto y oído es una oportunidad para acrecentar la confianza en el proyecto de paz y justicia al que nos invita Jesús. Muchas personas que hoy viven sumidas en el dolor y el desconsuelo necesitan recuperar la esperanza y recibir el consuelo de un Dios que se aproxima. Es tarea primera de las comunidades cristianas recuperar la confianza en sí mismas y en la misión. Pidamos a Jesús resucitado no dejarnos vencer frente a la incredulidad y ser presencia oportuna de la bondad y misericordia de Dios.
“Para seguir hoy a Jesús, hemos de cuidar desde el principio dos actitudes básicas: escucharlo sin que otras voces nos distraigan y abrirnos a su Palabra, dejándonos trabajar por él” (J. Pagola).