Primera lectura: Jer 18,18-20:
“Vengan, lo heriremos con su propia lengua”
Salmo: 31:
“Sálvame, Señor, por tu misericordia”
Evangelio: Mt 20,17-28:
Lo condenarán a muerte
2ª Semana de Cuaresma San Leandro (600)
18 Miren, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y letrados que lo condenarán a muerte.
19 Lo entregarán a los paganos para que lo maltraten, lo azoten y lo crucifiquen. Al tercer día resucitará.
20 Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacer una petición.
21 Él le preguntó: ¿Qué deseas? Ella contestó: Manda que, cuando reines, estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
22 Jesús le contestó: No saben lo que piden. ¿Son capaces de beber la copa que yo he de beber? Ellos contestan: Podemos.
23 Jesús les dijo: Mi copa la beberán, pero sentarse a mi derecha e izquierda no me toca a mí concederlo; esos lugares son para quienes se los ha destinado mi Padre.
24 Cuando los otros diez lo oyeron, se enojaron con los dos hermanos.
25 Pero Jesús los llamó y les dijo: Saben que entre los paganos los gobernantes tienen sometidos a sus súbditos y los poderosos imponen su autoridad.
26 No será así entre ustedes; más bien, quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás;
27 y quien quiera ser el primero, que se haga sirviente de los demás.
28 Lo mismo que el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.
El anuncio de una entrega radical a la causa del Reino por parte de Jesús se contrapone al deseo interesado de una comunidad que busca privilegios de manera oportunista. Por ley siempre será más cómodo ser atendidos por alguien pero esto no genera plenitud de vida sino todo lo contrario. El servicio permite la donación de la vida y genera la convicción de que vivir en comunidad es la vía para crecer como personas y como cristianos. La lógica del sistema-mundo tiene ya los puestos reservados a los “muy importantes” (VIP) que merecen toda clase de pleitesías, membrecías y tratos preferenciales; incluso ha creado las categorías para los que sirven al capital y a sus intereses, como el empleado del mes por las metas alcanzadas. Pero este tipo de servicio transaccional o monetario es el que quiere evitar Jesús en la comunidad discipular donde el servicio ha de ser gratuito, desinteresado y tarea de todos. ¿Qué hacer para no fomentar esa sociedad del bien-estar desigual?
“Siempre que los seguidores de Jesús ponemos a Dios al servicio de nuestra propia gloria, buscando éxito y superioridad, nos estamos desviando de Jesús” (J. Pagola).