Primera lectura: Hechos 9,26-31:
Les contó cómo había visto al Señor en el camino
Salmo: 22:
“El Señor es mi alabanza en la gran asamblea”
Segunda lectura: 1 Juan 3,18-24:
Este es el mandamiento que creamos y que amemos
Evangelio: Juan 15,1-8:
“El que permanece en mí, y yo en él, ese da fruto abundante”
5º de Pascua San Pedro Chanel (1841) San Luis Ma. Grignon (1716)
2 Él corta los sarmientos que en mí no dan fruto; los que dan fruto los poda, para que den aún más.
3 Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado.
4 Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
5 Yo soy la vid, ustedes los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada.
6 Si uno no permanece en mí, lo tirarán afuera como el sarmiento y se secará: los toman, los echan al fuego y se queman.
7 Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que quieran y lo obtendrán.
8 Mi Padre será glorificado si dan fruto abundante y son mis discípulos.
Continuamos animados por el espíritu del Señor resucitado haciendo de nuestra experiencia de fe un cúmulo de encuentros en el «Camino» que nos permiten crecimiento y cosecha para beneficio de la Iglesia y de la sociedad.
Los Hechos de los Apóstoles nos acercan a la persona de Saulo, un judío converso dedicado por su celo a la persecución y encarcelamiento de cristianos que, como resultado de su encuentro con el Resucitado en el «camino», se decide a comunicar la Buena Noticia de la Salvación en Jerusalén y más allá del horizonte de su Pueblo. Rápidamente su predicación y compromiso generan incomodidades pero nada detiene a aquella naciente Iglesia ni al espíritu valiente que habita en el corazón de Pablo. En el nuevo apóstol se puede reconocer el espíritu sinodal tanto para decir la verdad como para reconocer con humildad el momento oportuno de la misión bajo la guía del Espíritu Santo y el discernimiento de la comunidad.
En la segunda lectura se presenta la clave de la permanencia en el amor y en la verdad. La experiencia cristiana se determina en obras y no en discursos o buenas ideas. La conciencia en la Biblia es el lugar donde el Espíritu interviene confrontándonos con la verdad y no para juzgarnos sino para proveer lo que nos hace falta para ser capaces de cumplir la voluntad de Dios. Solo quien deja al Espíritu de Dios actuar no se cansa de dar testimonio del amor.
En el evangelio de hoy la imagen de la vida nos retrata la necesidad del arraigo en Dios para llegar a ser una Iglesia con audacia misionera. En este tiempo pascual, el mismo evangelista Juan nos ha presentado a Jesús bajo distintas imágenes: mesías, pan de vida, agua viva, luz del mundo, puerta de las ovejas, buen pastor, Hijo de Dios, Maestro y Señor, Camino, Verdad y Vida. Todas estas concepciones llevan la intención de favorecer el proceso de fe de las comunidades para que se sientan respaldadas y resistan a las estructuras de poder. Ahora, una nueva y sugerente imagen nos aproxima a Jesús como tronco principal de la vida del que brotan sarmientos y frutos. La única manera de mantener la vitalidad es permanecer unidos a Cristo. La imagen de Dios como viñador es una hermosa concepción del Dios que cultiva, cuida con las manos y aleja las malezas de la planta, garantizando de paso la unidad entre Jesús y la humanidad. Hoy podemos preguntarnos: ¿Qué tan unidos estamos a Jesús y su proyecto?, ¿qué frutos estamos dando?
“El ser humano necesita una esperanza para vivir. Una esperanza que no sea «una envoltura para la resignación” (J. Pagola)
