Primera lectura: Jer 7,1-11:
¿Creen que es una cueva de bandidos el Templo que lleva mi nombre?
Salmo: 84:
“¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los Ejércitos!”
Evangelio: Mt 13,24-30:
Déjenlos crecer juntos hasta la siega
16ª Semana Ordinario San Pantaleón (303)
25 Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue.
26 Cuando el tallo brotó y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
27 Fueron entonces los sirvientes y le dijeron al dueño: Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿De dónde le viene la cizaña?
28 Les contestó: Un enemigo lo ha hecho. Le dijeron los sirvientes: ¿Quieres que vayamos a arrancarla?
29 Les contestó: No; porque, al arrancarla, van a sacar con ella el trigo.
30 Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Cuando llegue el momento, diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña, y en atados échenla al fuego; luego recojan el trigo y guárdenlo en mi granero.
En este caso la parábola nos habla de la coexistencia de las semillas del Reino y la cizaña del anti-reino. No hay que menospreciar la capacidad de seducción que poseé la cizaña sobre la comunidad. El consejo es no dormirse o confiarse, especialmente porque en nuestros corazones es donde han de fecundar las semillas del Reino. Nos toca reconocer la cizaña dentro y fuera de nosotros, en el mundo y en la Iglesia. Ese misterio de iniquidad que provoca tanto sufrimiento. La vida cristiana es un combate de fe que tiene asegurada la victoria de Dios sobre la muerte, sobre todas las muertes. Pablo, en su Carta a los Efesios (6,12) nos pide que nos revistamos de la coraza de Dios para poder hacer frente a las acechanzas del maligno. En el Bautismo nos prepararon con el exorcismo para esa lucha. La victoria está asegurada al final de la cosecha. Ahora es el tiempo de la paciencia y la confianza. El juicio definitivo es solo de Dios, el Sembrador de las semillas del Reino.
“Junto a la fuerza destructora y terrible del mal podemos captar ahora mismo la fuerza salvadora de Dios, que está ya conduciendo la vida a su liberación definitiva” (J. Pagola).
