Primera lectura: Jer 3,14-17:
“Les daré pastores conforme a mi corazón”
Salmo: Interleccional Jer 31:
El Señor nos guardará como pastor a su rebaño
Evangelio: Mt 13,18-23:
El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto
16ª Semana Ordinario Santos Joaquín y Ana (s. I)
19 Si uno escucha la palabra del reino y no la entiende, viene el Maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón; ése es como lo sembrado junto al camino.
20 Lo sembrado en terreno pedregoso es el que escucha la palabra y la recibe enseguida con gozo;
21 pero no tiene raíz y es inconstante. Llega la tribulación o persecución por causa de la palabra e inmediatamente falla.
22 Lo sembrado entre espinos es el que escucha la palabra; pero las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza la ahogan y no da fruto.
23 Lo sembrado en tierra fértil es el que escucha la palabra y la entiende. Ése da fruto: cien o sesenta o treinta.
Esta es una de las pocas parábolas que Jesús mismo explica. Es inútil explicarla a quienes han cerrado el corazón a las iniciativas de Dios y no están dispuestos a negociar la circunstancia que les rodea. La explicación va dirigida a la comunidad discípular, porque han aceptado formar parte de la escuela de su única asignatura: el reinado de Dios. La pregunta que surge es a propósito de nuestra experiencia de fe: ¿Somos tierra fértil o somos pedregal? Las preocupaciones de la vida y, sobre todo, el amor al dinero hacen imposible el fruto de la Palabra. Hay que dejar las tres tentaciones que sufrió Jesús y sufrimos nosotros –dinero, poder y prestigio– para convertirnos en tierra fértil. Que en este tiempo eclesial en el que nos convoca a trabajar por una ecología humana integral, las palabras del Reino alimenten todas nuestras luchas en favor del cuidado de la Casa común. Escojamos otros terrenos fértiles, como slas muchedumbres de refugiados y migrantes, las nuevas generaciones, para promover la conversión eclesial y llevar al corazón la Palabra del Reino. Enseñando y aprendiendo a acariciarla y acogerla con emoción.
“Cada parábola es una invitación a pasar de un mundo viejo, convencional y poco humano, a un relaciones nuevas, llenas de vida” (J. Pagola).