Primera lectura: Hch 13,26-33:
Dios cumplió la promesa
Salmo: 2:
“Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”
Evangelio: Jn 14,1-6:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”
4ª Semana de Pascua San Rafael Arnaiz (1936)
2 En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho, porque voy a prepararles un lugar.
3 Cuando haya ido y les tenga preparado un lugar, volveré para llevarlos conmigo, para que, donde yo esté, estén también ustedes.
4 Ya conocen el camino para ir a donde yo voy».
5 Le dijo Tomás: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?»
6 Le dijo Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre si no es por mí».
Muchas veces, ante las adversidades, nos inquietamos y entristecemos al no saber cuál es el camino a seguir. Nos encontramos con una comunidad discípular inquieta porque Jesús no sólo ha sido perseguido y señalado por el proyecto que les hereda sino que su partida es ya inevitable. Jesús, maestro del discipulado, les transmite confianza y serenidad con sus palabras. Les asegura un lugar para que no se inquieten si los deseheredan o los destierran por la causa del Reino. Quien es fiel al Evangelio debe estar preparado como Jesús porque, al igual que él, será perseguido y calumniado. Presentándose Jesús como camino, verdad y vida, les recuerda que no pueden seguirlo sin encarnar su estilo de vida, porque no basta con creer sin generar cambios en la propia vida. El desconcierto de Tomás es por la dificultad que representa seguirlo con radicalidad. Las comunidades cristianas han de estar atentas para no perder la guía de Jesús resucitado que orienta su caminar, en qué creer o cómo vivir.
“Creer en lo qué él creyó; vivir lo que él vivió; dar importancia a lo que él se la daba; interesarse por lo que él se interesó; tratar a las personas como él las trató; mirar la vida como la miraba él; orar como él oró; contagiar esperanza como la contagiaba él” (J. Pagola).