Primera lectura: Sant 4,1-10:
Piden y no reciben porque piden mal
Salmo: 55:
“Encomienda a Dios tus penas, que él te sustentará”
Evangelio: Mc 9,30-37:
Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos
7ª Semana Ordinario San Cristobal Magallanes (1927)
31 A los discípulos les explicaba: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de hombres que le darán muerte; después de morir, pasando tres días, resucitará.
32 Ellos, aunque no entendían el asunto, no se atrevían a hacerle preguntas.
33 Llegaron a Cafarnaún y, ya en casa, les preguntó: ¿De qué hablaban por el camino?
34 Se quedaron callados, porque por el camino habían estado discutiendo quién era el más grande.
35 Se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos.
36 Después llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo acarició y les dijo:
37 Quien reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe. Quien me recibe a mí, no es a mí a quién recibe, sino al que me envió.
38 Juan le dijo: Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no nos sigue.
39 Jesús respondió: No se lo impidan. Aquel que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí.
El evangelista plantea algo que es fundamental y debe caracterizar a la comunidad cristiana: debe ser servidora, hacerse la última para ser grande en el reino de Dios. Esto se confirma en el preanuncio que hace Jesús de su Pasión, muerte y Resurrección. Jesús es «el Hijo del hombre», título que nos remite a Daniel 7, 13-14, en donde se presenta esta figura misteriosa que tomará posesión de los reinos de la Tierra. Pero en él se revela esa suerte no tan afortunada sino más bien trágica. Al parecer los discípulos no comprenden la densidad de su compromiso y por eso piensan en los privilegios de un mesianismo a la manera de los reinos de este mundo. Jesús corrige esta equivocada interpretación del servicio en la Iglesia con el ejemplo de los pequeños. En ese sentido, los niños –que, en la cultura de su pueblo, están sometidos a la obediencia de sus padres y son los últimos en rango social– se convierten en signo de esa actitud eclesial de acogida y servicio. ¿Quiénes son los pequeños en nuestra realidad latinoamericana?
“No veo una forma más auténtica de amar a la Iglesia que trabajar por su conversión al evangelio” (J. Pagola).