20 de Mayo del 2024

7ª Semana Ordinario San Bernardino de Siena (1444)

 

14 En aquel tiempo, cuando Jesús hubo bajado del monte, volvieron a donde estaban los discípulos, vieron un gran gentío y unos letrados discutiendo con ellos.
15 En cuanto la gente lo vio, quedaron sorprendidos y corrieron a saludarlo.
16 Él les preguntó: ¿De qué están discutiendo?
17 Uno de la gente le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo, poseído por un espíritu que lo deja mudo.
18 Cada vez que lo ataca, lo tira al suelo; él echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo expulsaran y no han podido.
19 Él les contestó: ¡Qué generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo.
20 Se lo llevaron; y, en cuanto el espíritu lo vio, sacudió con violencia al muchacho, que cayó a tierra y se revolcaba echando espuma por la boca.
21 Jesús preguntó al padre: ¿Desde cuándo le sucede esto? Contestó: Desde niño. 22Y muchas veces incluso lo tira al agua o al fuego para acabar con él. Por eso, si puedes hacer algo, compadécete de nosotros y ayúdanos.
23 Jesús le respondió: ¿Qué si puedo? Todo es posible para quien cree.
24 Inmediatamente el padre del muchacho exclamó: Creo; pero socorre mi falta de fe.
25 Viendo Jesús que la gente se agolpaba sobre ellos, reprendió al espíritu inmundo: Espíritu sordo y mudo, yo te lo ordeno; sal de él y no vuelvas a entrar en él...
 

 

 

 

Comentario 

 

Para el mundo antiguo, se interpretaba que cualquier persona que sufriera ataques y convulsiones estaba poseída por espíritus inmundos. Jesús recrimina al grupo que discutía, especialmente a los letrados, que eran gente formada, y al padre del muchacho, por su falta de fe, ya que parecían imposibilitados de poder ayudarlo. Jesús recuerda que un requisito fundamental para enfrentarse al mal con firmeza es tener plena fe Dios. La respuesta del padre es la que debe proclamar la comunidad cristiana en medio de las situaciones adversas que le oprimen (pobreza, marginación, explotación): «Creo, pero socorre mi falta de fe». El evangelista presenta la fe como una doble dimensión: es iniciativa humana y divina porque también es una gracia. El cristiano debe ser una persona de oración perseverante porque esto le asegura afrontar con fortaleza y confianza las adversidades dándole la capacidad y la sabiduría necesarias para expulsar el mal de su vida, tanto personal como comunitaria. La fe en Jesús ¿en tu comunidad se expresa en clave de liberación de los demás?

“Es necesario aprender a asumir de manera más humana el lado doloroso de la existencia como «homo patiens» en comunión con el Crucificado” (J. Pagola).