Primera lectura: Miq 2,1-5:
Codician los campos y se apoderan de las casas
Salmo: 10:
“No te olvides de los humildes, Señor”
Evangelio: Mt 12,14-21:
Le seguían muchos y sanaba a todos
15ª Semana Ordinario San Apolinar (s. II)
15 Pero él se dio cuenta y se fue de allí. Le seguían muchos; sanaba a todos
16 y les pedía encarecidamente que no lo divulgaran.
17 Así se cumplió lo que anunció el profeta Isaías:
18 Miren a mi siervo, a mi elegido, a quien prefiero. Sobre él pondré mi Espíritu para que anuncie la justicia a las naciones.
19 No gritará, no discutirá, no voceará por las calles.
20 No quebrará la caña débil, no apagará la vela vacilante, hasta que haga triunfar la justicia.
21 Y en su nombre esperarán las naciones.
Jesús se declaró «señor del sábado». Revolucionó la tradición curando en sábado (Mc 3,1-6) (Mt 12,9-13). La religión oficial se enojó con él hasta el punto de amenazarlo de muerte. Es el mismo integrismo y fundamentalismo religioso que, todavía hoy, causa tanto dolor y muerte en el mundo. Para el Dios de Jesús lo verdaderamente importante es la vida humana, sobre todo cuando está amenazada. Su mesianismo es una Buena Noticia, es la alternativa del Dios compasivo. Por eso Mateo cita aquí al profeta Isaías en el primer canto del siervo de Yahveh. No quiere ostentación y ruido por las plazas. En él se cumple la profecía de Isaías. Quiere evitar una explosión popular. Está inundado del Espíritu de Dios y así quiere actuar secretamente, él que es la luz de las naciones. No busca su gloria sino la de Dios. Esa enseñanza de Jesús es una revolución que la sinagoga quiere sofocar matando al mensajero. Es el preludio de la Pasión, pero en su nombre esperarán las naciones.
“El rechazo hacia Jesús y su proyecto se iba gestando no en el pueblo, sino entre aquellos que veían en peligro su poder religioso, político o económico” (J. Pagola).
