19 de Abril del 2024

3ª Semana de Pascua San Expedito (303)

 

52 En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir: ¿Cómo puede éste darnos de comer [su] carne?
53 Les contestó Jesús: Les aseguro que si no comen la carne y beben la sangre del Hijo del Hombre, no tendrán vida en ustedes.
54 Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
55 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
56 Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
57 Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí.
58 Éste es el pan bajado del cielo y no es como el que comieron sus padres, y murieron. Quien come este pan vivirá siempre. Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

 

 

Comentario 

 

“Dime lo que consumes y te diré quien eres”, sería la frase que mejor se ajusta a sociedades dependientes del último producto del mercado o adictas a las redes y a las páginas web. Y no es porque sea del todo malo, sino porque en muchas ocasiones se pierde la libertad y la capacidad de elegir. En este sentido Jesús se presenta como alimento necesario para no perder el don sagrado de la libertad y así proceder con más sabiduría. Aceptar comer su carne y beber su sangre es asumir su proyecto encarnándolo en nuestra vida. Se trata de un proyecto que cuida la vida en su integralidad, es decir, aceptando lo que estimula su derrollo y rechazando lo que la enferma o destruye. A quienes crean y opten por él se les hace la promesa de la vida eterna, es decir, plena, digna, libre, feliz, tranquila. Jesús se hace uno con nosotros en la comunión eucarística para celebrar en la comunidad el “banquete de la vida” donde todos tienen su lugar y misión.

“La Eucaristía es lugar de acción de gracias a Dios, de bendición y celebración de la vida, que invita a la afirmación positiva de nuestro ser, libera de represiones, pasividades estériles y moralismos enfermizos” (J. Pagola).