Primera lectura: 1Sm 18,6-9; 19,1-7:
“Mi padre Saúl te busca para matarte”
Salmo: 56:
“En Dios confío y no temo”
Evangelio: Mc 3,7-12:
“Tú eres el Hijo de Dios”
2a Semana Ordinario Santa Prisca (s. I)
8 Jerusalén, Idumea, Transjordania y del territorio de Tiro y Sidón. Una multitud, al oír lo que hacía, acudía a él.
9 Entonces dijo a los discípulos que le tuvieran preparada una barca para que el gentío no lo apretujase
10 ya que, como curaba a muchos, los que sufrían achaques se le tiraban encima para tocarlo.
11 Los espíritus inmundos, al verlo, caían a sus pies gritando: “Tú eres el Hijo de Dios”.
12 Y los reprendía severamente para que no lo descubrieran.
En este apartado del Evangelio continúa la misión de Jesús después de ser rechazado por las autoridades. Ahora las multitudes acuden a él manifestando el entusiasmo y el interés que suscita Jesús. La barca es figura de la Iglesia que conduce al ser humano hacia Dios en medio de la tentación de sucumbir frente al mal. Es bueno recordar que los discípulos dejan las barcas de su entorno disponiéndose a navegar con Jesús mar adentro para sacar a la humanidad de las realidades que pretenden hundirle. Son pertinentes las preguntas: ¿Dónde las multitudes de hoy pueden realmente “tocar” a Jesús y experimentar “vida nueva”? ¿Quién o quiénes sanan o liberan a las personas del sufrimiento? Y, sin mucho pensarlo: ¿son acaso las comunidades eclesiales esos espacios donde Jesús se hace cercano, misericordioso, amoroso y compasivo? Los espíritus inmundos que nombra el Evangelio son barreras mentales y sociales que suelen impedir a Jesús llegar al corazón de quienes le buscan “gritando”. El Evangelio confirma la preponderancia de Jesús sobre esos espíritus.
“Es indispensable entender y desarrollar la comunidad cristiana como una comunidad llamada a generar e irradiar en medio de la sociedad una vida sana y saludable, capaz de anunciar la salvación plena en Dios, y encaminar hacia ella” (J. Pagola).