Primera lectura: Hch 8,26-40:
Siguió su viaje lleno de alegría
Salmo: 66:
“Aclama al Señor, tierra entera”
Evangelio: Jn 6,44-51:
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo”
3ª Semana de Pascua San Apolonio (s. II)
45 Los profetas han escrito que todos serán discípulos de Dios. Quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí.
46 No es que alguien haya visto al Padre, sino el que está junto al Padre, ése ha visto al Padre.
47 Les aseguro que quien cree tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de la vida.
49 Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron.
50 Éste es el pan que baja del cielo, para que quien coma de él no muera.
51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne.
El seguimiento de Jesús es una opción personal y un hecho comunitario que revela la voluntad de Dios para la humanidad. Pero ya nos advierte el evangelista con cierto realismo y verdad que no todos llegan a asumir el compromiso del discipulado. La Buena Noticia la recibimos, a propósito de la Resurrección, como esa nueva oportunidad de resignificar o revitalizar nuestra participación en la Iglesia. Y es que se encuentra en las comunidades eclesiales a muchas personas totalmente entregadas en materia religiosa pero poco comprometidas en asuntos vecinales o ciudadanos. Quien sigue a Jesús y su causa opta por el cuidado y defensa de la vida en su integralidad, sin medias tintas. Hoy tenemos la oportunidad de refrendar nuestro compromiso bautismal, profético y misionero en las entregas cotidianas, en la palabra oportuna ofrecida con amor, en los gestos solidarios tan necesarios, en el perdón y la reconciliación prodigada. Pidamos que nuestra comunión eucarística tenga siempre como principal objetivo ayudarnos a crecer en comunión más allá de los prejuicios o condicionamientos.
“Que los hambrientos puedan comer; que tus pobres dejen de llorar y empiecen a reír, que los podamos ver viviendo con dignidad” (J.Pagola).
