17 de Marzo del 2024

5º de Cuaresma San Patricio (461)

 

20 En aquel tiempo, había unos griegos que habían subido para los cultos de la fiesta.
21 Se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: Señor, queremos ver a Jesús.
22 Felipe va y se lo dice a Andrés; Felipe y Andrés van y se lo dicen a Jesús.
23 Jesús les contesta: Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado.
24 Les aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
25 El que se aferra a la vida la pierde, el que desprecia la vida en este mundo la conserva para una vida eterna.
26 El que quiera servirme, que me siga, y donde yo estoy estará mi servidor; si uno me sirve, lo honrará el Padre.
27 Ahora mi espíritu está agitado, y, ¿qué voy a decir? ¿Que mi Padre me libre de este trance? No; que para eso he llegado a este trance.
28 Padre, da gloria a tu Nombre. Vino una voz del cielo: Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré.
29 La gente que estaba escuchando decía: Ha sido un trueno. Otros decían: Le ha hablado un ángel.
30 Jesús respondió: Esa voz no ha sonado por mí, sino por ustedes.
31 Ahora comienza el juicio de este mundo y el príncipe de este mundo será expulsado.
32 Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.
33 Lo decía indicando de qué muerte iba a morir.

 

 

Comentario 

 

En su paso por el desierto, no antes, Israel nace al mundo como Pueblo. Y es allí, en esa circunstacia de éxodo, donde da verdadera importancia a la solidaridad, la igualdad y la libertad. Es en los desiertos de la vida donde más queda reflejada la vulnerabilidad humana y la necesidad del auxilio divino. Para el profeta Jeremías, Dios no se desdice a pesar de las infidelidades del Pueblo, pues le manifiesta la plenitud de un amor que restaura y dignifica la vida perjudicada por el pecado. Es triste reconocer que, en circunstancias de bienestar o bonanza, se corre el peligro de olvidarse de Dios y de la alianza a favor de la vida. ¡Cuánto cuesta reconocer que llevamos grabadas en el corazón su bondad y su misericordia! ¡Cómo llegamos a olvidar que hemos sido creados a su imagen y semejanza!
La obediencia y la docilidad en cierta manera nos sujetan a la voluntad de otros; la rebeldía o autonomía nos mueven a seguir nuestros propios criterios. Jesús renuncia a su voluntad cuando se compromete lealmente a cumplir el plan de Dios. Es difícil asimilar esas palabras de Pablo cuando dice que Jesús «aprendió sufriendo lo que es obedecer». Sí, pero la de Jesús no fue una obediencia ‘ciega’ sino el consentimiento total por saberse parte del proyecto salvífico del Padre, que le permitiría a él, y a cuantos lo siguieran, librarse del egoísmo infecundo y de la muerte eterna.
Del evangelio de hoy, que debemos leer con perspectiva pascual, nuevamente podemos extraer tres experiencias vitales que nos disponen para vivir mejor estos últimos días de Cuaresma: 1) Acercar a otros al encuentro con Jesús, atentos a esa necesidad que existe de sentido y de Dios. No perder la oportunidad de ser testigos vivos de Jesús o instrumentos que faciliten el encuentro con él, como les sucedió a Felipe y Andrés. 2) Donarse para dar vida. Jesús comprende que, si toda su vida pública se resume en donación generosa, el final no puede ser otro más ventajoso. Y se ve reflejado en la semilla que muere para ser fecunda y dar frutos. La misión del discípulo no podrá ser otra que la entrega sin medida para que la simiente del reino también dé fruto abundante. 3) Saberse sostenido y acompañado por Dios. A Jesús no le resultó fácil verse como un fracasado, juzgado y abandonado por todos. Pero se sabía respaldado por su Padre, Dios, y confiaba en la fuerza que le transmitiría.
En medio de las pasiones eternas que viven nuestros pueblos, es bueno preguntarse si, como Iglesia, llegamos a acompañar y sostener a quienes más sufren.

“Se necesitaba mucha confianza para dejarle actuar a Dios y ponerse en sus manos, a pesar de todo. Jesu´s lo hizo. Su actitud no tuvo nada de resignacio´n sumisa” (J. Pagola).