Primera lectura: Hch 22,30; 23,6-11
“Tienes que dar testimonio en Roma”
Salmo: 16:
“Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”
Evangelio: Jn 17,20-26:
“Que sean plenamente uno como lo somos nosotros”
7ª Semana de Pascua San Juan Nepomuceno (1393)
21 Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
22 Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros.
23 Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí.
24 Padre, quiero que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy; para que contemplen mi gloria; la que me diste, porque me amaste antes de la creación del mundo.
25 Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo te he conocido y éstos han conocido que tú me enviaste.
26 Les di a conocer tu nombre y se lo daré a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo en ellos.
La comunión que Jesús vive con Dios le compromete directamente con el plan de Salvación y lo distancia de las leyes que regulan la vida de su pueblo, bajo el dominio del Imperio Romano. En el evangelio, la oración de Jesús evidencia su confianza en Dios, su compasión entrañable hacia sus elegidos y la esperanza de que sean más quienes crean que es posible cambiar el mundo desde el espacio relacional del Reino. El creyente anhela alcanzar esa unión de Jesús con Dios. Por eso es importante fortalecer en nuestras comunidades esa relacionalidad, primero con Dios y luego con los hermanos y hermanas de comunidad. Si queremos ser instrumentos eficaces, necesitamos experimentar en nuestra propia historia esa pedagogía del amor y la misericordia de Dios para poder comunicarla. No se puede vivir el amor de Dios si en nuestro compromiso cristiano no se abre paso a la justicia, la paz y la solidaridad con los excluidos. En los empobrecidos y pequeños encontramos a Jesús y en ellos habremos de amarlo.
“Los seguidores de Jesús nos atrevemos a esperar la respuesta definitiva de Dios allí donde Jesús la encontró: más allá de la muerte” (J. Pagola).