Primera lectura: Is 58,1-9a:
El ayuno que quiere el Señor
Salmo: 51:
“Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias”
Evangelio: Mt 9,14-15:
Cuando se lleven al novio, entonces ayunarán
Viernes después de Ceniza San Macario (390)
15 Jesús les respondió: ¿Pueden los invitados a la boda estar tristes mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que les arrebaten el novio y entonces ayunarán.
El camino cristiano debe estar impregnado de alegría por la Buena Nueva que representa Jesús y su proyecto de amor. Una mirada más optimista y equilibrada de la vida rompe las cadenas del utilitarismo y la frivolidad a los que muchas veces estamos sometidos. A diferencia de las cargas de normatividad que vivía el pueblo judío, los discípulos de Jesús ahora aprovechan las oportunidades que tienen para compartir la vida y los bienes de la Creación. La vida es mucho más que generar dinero y pagar deudas, porque corremos el peligro de volvernos esclavos y no disfrutar de la vida y de las personas que nos aman. Quien sigue a Jesús manifiesta la alegría de saberse sostenido por Dios e invitado a compartir y compartirse, no en un intercambio interesado sino, sobre todo, desde la gratuidad. A Dios le agradan los sacrificios redentores que generan vida a su paso; no le gusta el sacrificio estéril que maltrata y rompe la comunión.
“El ayuno que de verdad agrada a Dios no consiste en hacer mortificaciones, sino en introducir la justicia en la sociedad liberando a los «oprimidos»” (J. Pagola).