Primera lectura: Hch 7,51-59:
“Señor Jesús, recibe mi espíritu”
Salmo: 31:
“A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”
Evangelio: Jn 6,30-35:
“Mi Padre es quien da el verdadero pan del cielo”
3ª Semana de Pascua San José Labre (1783)
31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo.
32 Les respondió Jesús: Les aseguro, no fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo.
33 El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
34 Le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan.
35 Jesús les contestó: Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed.
La gente que ha venido detrás de Jesús, en su mayoría empobrecida, se entusiasma con el hecho de comer juntos y en abundancia; eran personas necesitadas de alimento y también de justicia y dignidad. Así como en el pasado el pueblo fue alimentado providentemente por Dios (con el maná en el desierto), hoy vuelve con un alimento que asegura el sustento suficiente para no volver a tener hambre o sed. El evangelista presenta a Jesús como ese “pan” que, comiéndolo, genera bienestar y sabiduría. Quien lo come sabe sopesar entre lo efímero y lo eterno. La vida cristiana en comunidad es un proceso unido a acciones proféticas, al reconocimiento de Jesús en lo que se comparte con generosidad y al aprender a vivir con menos ansiedad consumista. Y es que, a pesar de la confortable vida ofrecida por el sistema actual, se constata en muchas personas la sensación de insatisfacción o vacío. Jesús-Cristo vencedor de la muerte se presenta como verdadera vida. ¿Comulgar con Jesús te enseña a ser alimento que da vida?
“La celebración de la eucaristía ha de recuperar todo su contenido, su fuerza y su llamada a vivir y vivir de manera sana” (J. Pagola).