Primera lectura: 1Sm 15,16-23:
Obedecer vale más que un sacrificio
Salmo: 50:
“Al que sigue buen camino, le haré ver la salvación de Dios”
Evangelio: Mc 2,18-22:
El novio está con ellos; ¿cómo van a ayunar?
2a Ordinario San Pablo el Ermitaño (342)
19 Jesús les respondió: ¿Pueden los invitados a la boda ayunar mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos no pueden ayunar.
20 Llegará un día en que el novio les será quitado, y aquel día ayunarán.
21 Nadie usa un trozo de tela nueva para remendar un vestido viejo; porque lo nuevo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande.
22 Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres y se echan a perder odres y vino. A vino nuevo, odres nuevos.
El ayuno, como práctica religiosa de abstención voluntaria, permite a los creyentes reconocer el valor de la vida, la propia y la del entorno. Entonces, sentarse a la mesa con el Señor adquiere una dimensión nupcial: se celebra la unión esponsal de Dios con la humanidad. El amor nupcial evoca ternura, donación, alegría vital y fidelidad, características esenciales de nuestra relación con Dios. Así como el esposo se entrega a su esposa, y viceversa, nosotros entramos en esa comunión de mutua donación con Dios. No basta sólo con la abstención porque demuestra el amor quien realmente está dispuesto a sacrificarse a sí mismo. En el relato aparece que vendrán días donde el Esposo nos dará la mayor prueba de amor en la cruz, con la esperanza del encuentro nuevo en la Pascua. Para contener la novedad de Jesús, es necesario desaprender la imagen de un Dios ausente y sustituirla por la del Eterno Enamorado que se ha comprometido en alianza perpetua con su Pueblo. ¿Qué novedad estoy invitado a abrazar en mi relación con Dios?
La misión de Jesús “no era tanto una misión religiosa o moral, cuanto una misión terapeútica encaminada a aliviar el sufrimiento de quienes se ven agobiados por el mal y excluidos de una vida sana” (J. Pagola).