Primera lectura: 1Sm 8,4-7.10-22a:
Gritarán contra el rey; Dios no les responderá
Salmo: 89:
“Cantaré eternamente tus misericordias, Señor”
Evangelio: Mc 2,1-12:
El Hijo del Hombre puede perdonar pecados
1a Semana Ordinario San Arcadio (304)
2 Se reunieron tantos, que no quedaba espacio ni siquiera junto a la puerta. Y les exponía el mensaje.
3 Llegaron unos llevando un paralítico entre cuatro;
4 y, como no lograban acercárselo por el gentío, levantaron el techo encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla en que yacía el paralítico.
5 Viendo Jesús su fe, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
6 Había allí sentados unos letrados que discurrían en su interior:
7 ¿Cómo puede éste hablar así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
8 Jesús, adivinando lo que pensaban, les dice: ¿Por qué están pensando eso?
9 ¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico que se le perdonan los pecados o decirle que cargue con la camilla y comience a caminar?
10 Pero para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados –dice al paralítico–:
11 yo te lo mando, levántate, carga con la camilla y vete a casa.
12 Se levantó de inmediato, cargó su camilla y salió delante de todos. De modo que todos se asombraron y glorificaban a Dios diciendo: Nunca vimos cosa semejante.
La parálisis principal que nos invita a superar el Evangelio es la del pecado. Si se deja cancha abierta al mal, éste es capaz de dominar la voluntad del ser humano impidiéndole realizarse según el plan de Dios. El gesto de las personas que llevaron al paralítico a la presencia de Jesús es un mensaje claro para nuestras comunidades, que han de ser instrumentos de su providencia y actuar con prontitud frente a quien está necesitado de ayuda. Jesús, por su parte, invita al paralítico a ser signo de la reconciliación que dignifica, levanta y moviliza. Da testimonio de la misericordia quien realmente se ha sentido perdonado. El problema mayor lo encontramos cuando, aun despúes de ser perdonados por Dios, nos cuesta perdonar y perdonarnos.Nos cuesta entender que debemos empeñarnos en formar comunidades perdonadas y reconciliadas en las cuales sea evidente la aceptación y la comprensión mutua. Que también de nuestra capacidad de amar y perdonar se pueda decir: “nunca vimos cosa semejante”.
“En la experiencia comunitaria sabemos que Jesús con el perdón nos pone de pie” (J. Pagola).
