Primera lectura: Hch 5,27-33:
“Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo”
Salmo: 34:
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
Evangelio: Jn 3,31-36:
El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano
2ª Semana de Pascua San Estanislao (1079)
32 Él atestigua lo que ha visto y oído, y nadie acepta su testimonio.
33 Quien acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
34 El enviado de Dios habla de las cosas divinas, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
35 El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos.
36 Quien cree en el Hijo tiene vida eterna. Quien no cree al Hijo, no verá la vida, porque lleva encima la ira de Dios.
Participar del proyecto de Jesús implica aceptar las exigencias de tal opción. Y es que quien pone su confianza en Dios no vive preocupado, pues se deja guiar o conducir por la sabiduría del Espíritu. Los cristianos tenemos miedo, nos agobian los impuestos, pasamos muchas adversidades y enfermedades pero contamos con esa fortaleza interior que viene de la fe. Ella se encarga de sostenernos e iluminarnos para buscar soluciones más que culpabilidad. Es importante cuestionar el tipo de espiritualidad que alimenta nuestra vida, no sea que no favorezca el verdadero encuentro con Jesús. Quien realmente escucha a Jesús, cree en él y lo sigue, llega a hacer opciones con mayor claridad y radicalidad; además, la comunión con él nos capacita para distinguir lo que nos conduce a seguir la lógica del mundo de aquello que realizamos impulsados por la locura del Evangelio. No se trata de conformismo o despreocupación sino de alcanzar equilibrio en la vida poniendo a Dios en el centro.
“Nada ni nadie puede impedir al Resucitado ponerse en contacto con los suyos para reavivar a su comunidad” (J. Pagola).
