Primera lectura: Gén 37,3-4.12-13a.17b-28:
Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor
Salmo: 105:
“Recuerden las maravillas que hizo el Señor”
Evangelio: Mt 21,33-43.45-46:
“Éste es el heredero: ¡vengan, matémoslo!”
2ª Semana de Cuaresma Santos Mártires de Sebaste (420)
34 Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó a sus sirvientes para recoger de los viñadores el fruto que le correspondía.
35 Pero los viñadores agarraron a los sirvientes y a uno lo golpearon, a otro lo mataron, y al tercero lo apedrearon.
36 Envió otros sirvientes, más numerosos que los primeros, y los trataron de igual modo.
37 Finalmente les envió a su hijo, pensando que respetarían a su hijo.
38 Pero los viñadores, al ver al hijo, comentaron: Es el heredero. Lo matamos y nos quedamos con la herencia.
39 Agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron.
40 Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿cómo tratará a aquellos viñadores?
41 Le respondieron: Acabará con aquellos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen su fruto a su debido tiempo.
42 Jesús les dijo: ¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular; es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro?
43 Por eso les digo que a ustedes les quitarán el Reino de Dios y se lo darán a un pueblo que produzca sus frutos.
45 Cuando los sumos sacerdotes y los fariseos oyeron sus parábolas, comprendieron que se refería a ellos.
46 Intentaron arrestarlo, pero tuvieron miedo de la multitud, que lo tenía por profeta.
El deseo es una fuerza dinámica que ha de ampliarse para no quedar reducido a la satisfacción de necesidades, ya que éstas, una vez colmadas, pueden llegar a bloquear la búsqueda de nuevas expectativas o anhelos. Así, una persona que limita sus aspiraciones a satisfacer el hambre o la sed, no pasará de esa búsqueda si a esto quedan reducidos sus anhelos. El reino de Dios propuesto por Jesús es una invitación a expandir el deseo de plenitud más allá de la satisfacción de las necesidades materiales. El deseo reducido a lo material, siempre satisfecho, condujo a los viñadores a la prepotencia y al capricho de obtener a toda costa lo que creían les pertenecía por derecho. Y aquí recordamos una enseñanza espiritual para nuestras vidas, no somos dueños absolutos de nada, ni de nuestra propia vida; somos administradores. ¿Qué estamos haciendo con el mayor bien prodigado que se llama “vida”? Ojalá que nuestra vida no quede reducida a la satisfacción placentera sin más, sino que sepamos orientarla a la búsqueda de bienes mayores.
“Hemos de denunciar la apati´a e indiferencia que se respira en la comunidad, incluso las actitudes de rechazo y marginacio´n” (J. Pagola).