Primera lectura: Jer 18,1-6:
Como barro en manos del Alfarero
Salmo: 146:
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob
Evangelio: Mt 13,47-53:
Reúnen los peces buenos en cestos
17ª Semana Ordinario San Pedro Faber (1546) San Alfonso Ma. de Ligorio (1787)
48 Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran.
49 Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos
50 y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes.
51 ¿Lo han entendido todo? Le responden que sí,
52 y él les dijo: Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reino de los cielos se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.
53 Cuando Jesús terminó estas parábolas, se fue de allí.
Con este evangelio, Mateo termina el discurso de Jesús sobre las parábolas del Reino. En esta parábola tiene como intención disponernos para un buen vivir y que el final de nuestra historia no sea triste. Ya en la Parábola del trigo y la cizaña nos había preparado para no apresurarnos en querer arrancar las injusticias del mundo antes de tiempo. El Dios de las parábolas es un Dios con paciencia histórica. El final de la historia humana es como una red que separa a buenos y malos. Tanto dolor, tantos crímenes cometidos tienen un final: el juicio de Dios. A nosotros nos toca sembrar semillas del Reino y rezar sin desfallecer “venga a nosotros tu Reino, Señor”. Jesús nos pide ser especialistas de la única asignatura del Evangelio: conformación de la sociedad alternativa que Jesús llamó “reino de Dios”. Nuestra misión es preservar ese tesoro que guarda cosas viejas, toda la sabiduría contenida en el mundo, y cosas nuevas: esa fascinante novedad de la sociedad de Dios anunciada por Jesús.
“En Cristo el ser humano puede esperar algo más que aquello que brota de las mismas posibilidades del hombre y del mundo” (J. Pagola)
