Primera lectura: Miq 7,14-15.18-20:
El Señor volverá a compadecerse
Salmo: 102:
«El Señor es compasivo y misericordioso»
Evangelio: Lc 15,1-3.11-32:
«Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido»
2ª Semana de Cuaresma Santa Lea (384)
2 Los fariseos y los doctores murmuraban: Éste recibe a pecadores y come con ellos.
3 Él les contestó con la siguiente parábola:
11 Un hombre tenía dos hijos.
12 El menor dijo al padre: Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él les repartió los bienes.
13 A los pocos días el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo una vida desordenada.
14 Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad.
15 Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos.
16 Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
17 Entonces recapacitando pensó: A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre.
18 Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido;
19 ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros.
20 Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó.
21 El hijo le dijo: Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo.
22 Pero el padre dijo a sus sirvientes: Enseguida, traigan el mejor vestido y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
23 Traigan el ternero engordado y mátenlo. Celebremos un banquete.
24 Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta.
25 El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas
26 y llamó a uno de los sirvientes para informarse de lo que pasaba.
27 Le contestó: Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo.
28 Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara.
29 Pero él le respondió: Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos.
30 Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero engordado.
31 Le contestó: Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo.
32 Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.
Jesús continúa confrontando el sistema religioso vigente, sostenido por sacerdotes (el culto), escribas (la doctrina) y fariseos (la moral). Todo concentrado en el Templo. La parábola visibiliza las siempre nuevas oportunidades en Dios. El hijo menor ha optado por una vida desenfrenada. Ha fracturado todas las relaciones y tocado fondo. La clave del texto está en el arrepentimiento frente a la falta cometida contra su familia. Es consciente que lo único que merece es un castigo severo. El padre sale a recibirlo y con gestos de ternura celebra la fiesta de la reconciliación. Fiesta a la que estamos invitados todos “los hijos y hermanos mayores” que nos creemos buenos, sin necesidad de perdón.
“Los miedos y los rencores fácilmente llevan a entender las penas de una manera vindicativa, en lugar de entenderlas como parte de un proceso de sanación” (FT 266).