Primera lectura: Hechos 10,34a.37-43:
«Hemos comido y bebido con Él»
Salmo: 118:
«Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo»
Segunda lectura: Colosenses 3,1-4:
«Busquen los bienes de arriba»
Evangelio: Lucas 24,13-25:
Lo reconocieron al partir el pan
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
14 En el camino conversaban sobre todo lo sucedido.
15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos.
16 Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo.
17 Él les preguntó: ¿De qué van conversando por el camino? Ellos se detuvieron con rostro afligido,
18 y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días?
19 Jesús preguntó: ¿Qué cosa? Le contestaron: Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo.
20 Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
21 ¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto.
22 Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado; ellas fueron de madrugada al sepulcro,
23 y al no encontrar el cadáver, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles asegurándoles que él está vivo.
24 También algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como habían contado las mujeres; pero a él no lo vieron. 25Jesús les dijo: ¡Qué duros de entendimiento!, ¡cómo les cuesta creer lo que dijeron los profetas!
26 ¿No tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria?
27 Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él.
28 Se acercaban al pueblo adonde se dirigían, y él hizo ademán de seguir adelante.
29 Pero ellos le insistieron: Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día se acaba. Entró para quedarse con ellos;
30 y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio.
31 Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
32 Se dijeron uno al otro: ¿No sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?
33 Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a los Once con los demás compañeros,
34 que afirmaban: Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
35 Ellos por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Domingo de Pascua, la fiesta mayor, la madre de todas las fiestas precedida por una vigilia, la más creativa y bella ceremonia de toda la liturgia cristiana. Este es el día en que actuó el Señor. Todo el recorrido del año litúrgico desemboca en este día y todo el tiempo que resta del año litúrgico brota de esta fuente. En esta fiesta celebramos la más esperanzadora noticia que circula en la historia humana y en el devenir del universo. En esta Buena Noticia celebramos que el Dios -con -nosotros ha entrado como un Hermano Universal en esta trágica y a la vez fascinante historia humana. Nos ha regalado una metodología para pasar de la muerte a la vida, recordándonos que todas las muertes deben hacer el tránsito a la vida plena. Los textos bíblicos de este día empezando por los Hechos de los Apóstoles nos invitan a anunciarlo con entusiasmo siguiendo el esquema del kerigma- anuncio proclamado por Pedro. Nuestra tarea, personal y comunitaria, consiste en experimentar en nuestras propias vidas el misterio pascual y anunciarlo en las plazas y también en el continente cibernético. Celebramos el paso del Señor Jesús de la muerte y, con Él, de todas las muertes, a la VIDA y comunión con Dios Padre. Es así como nos concede tener un lugar en esa comunión divina, porque en Él vivimos, nos movemos y existimos. Ha dejado así en el secreto de la vida, de todas las vidas, una fuerza incontenible: la fuerza de su Resurrección. El Evangelio de Lucas nos dice que tenemos que encontrarlo y compartir esa experiencia en la cotidianidad del camino. A muchas personas nos gana el desánimo y pretendemos huir de la realidad sufriente de este mundo, como le pasó a los discípulos de Emaús, pero si estamos atentos, allí en las mesas compartidas, nos visitará su fuerza revitalizadora. Así seremos sus testigos. Que no debemos experimentarlo en los acontecimientos extraños, supuestamente milagrosos, sino en la vida real de cada día. Su resurrección ha convertido este mundo en una Galilea Global: es aquí donde se hace necesario reproducir aquellos signos del Reino que practicó Jesús y que lo llevaron a la expresión máxima del amor. Un hermoso día para desearnos los unos a los otros una Feliz Pascua de Resurrección, haciendo realidad la alegría del evangelio. Que a lo largo de esta cincuentena pascual podamos acompañar a los tristes y a los que huyen buscando una casa, una tierra, una patria. Compartamos el testimonio de las Escrituras que atestiguan la presencia amorosa del viviente Jesús dentro de cada corazón.
“El que lo pide todo también lo da todo, y no quiere entrar en nosotros para mutilar o debilitar sino para plenificar” (GE 175).