Primera lectura: 2Sam 7,4-5a.12-14a.16:
El Señor Dios le dará el trono de David, su padre
Salmo: 88:
Su linaje será perpetuo
Segunda lectura: Rom 4,13.16-18.22:
Creyó contra toda esperanza
Evangelio: Lc 2,41-51a:
«Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados»
2ª Semana de Cuaresma JOSÉ, ESPOSO DE MARÍA
42 Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre.
43 Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran.
44 Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos.
45 Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén.
46 Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
47 Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas.
48 Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
49 Él replicó: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?
50 Ellos no entendieron lo que les dijo.
51 Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
52 Jesús crecía en el saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de San José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús, como enseña la tradición. La familia va a celebrar la pascua en Jerusalén tal como lo describe la ley. Allí se extravía el adolescente Jesús. No se trata del relato de un muchacho que quiere ganar independencia y autonomía respecto de sus padres, sino evidenciar la sabiduría de Jesús y la estrecha comunión con su Padre Dios. El silencio de José nos hace ver su talante: trabajador y contemplativo; seguramente capaz de intuir el plan que Dios va realizando en su hijo. José revela para Jesús el rostro misericordioso, compasivo y paterno de Dios. Oremos hoy por todos los padres del mundo para que sean ese rostro visible de ternura y fortaleza.
“Debemos darnos cuenta de que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo” (Papa Francisco).