Primera lectura: Gén 18,16-33:
«¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable?»
Salmo: 103:
«El Señor es compasivo y misericordioso»
Evangelio: Mt 8,18-22:
«¡Sígueme!»
13ª Semana Ordinario Santos Protomártires de Roma (s. I-IV)
18 al ver Jesús la multitud que lo rodeaba dio orden de atravesar el lago.
19 Entonces se acercó un letrado y le dijo: Maestro, te seguiré adonde vayas.
20 Jesús le contestó: Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza».
21 Otro discípulo le dijo: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre.
22 Jesús le contestó: Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.
Jesús plantea a las personas que desean seguirle las condiciones esenciales para ser sus discípulos; son criterios que se salen de la comprensión establecida por la sociedad del momento y que se convierten en signos de contradicción y de un estilo de vida alternativo. La libertad y el discernimiento profundo son claves para ir tras las huellas del Maestro de Nazaret. Tanto al letrado como al discípulo anónimo les cuesta asumir con radicalidad las exigencias de este seguimiento. Ambos se encuentran atados a una realidad que no los deja caminar ligeros, con poco equipaje, sin preocupaciones y sin asuntos que los desenfoquen de lo esencial de la vida. Actualmente, estamos tan distraídos y sumergidos en las aguas turbulentas de la comunicación instantánea y, a consecuencia de esto, profundamente manipulados. Nuestra autoestima y capacidad de decisión es frágil, que le tememos y huimos a vivencias que nos exijan salir de nosotros mismos, abandonar seguridades y desinstalarnos. Necesitamos de la gracias de Dios para cuidar, dignificar y salvar la vida de los demás y de paso la nuestra.
“El punto de partida debe ser la mirada de Dios. Porque «Dios no mira con los ojos, Dios mira con el corazón” (FT 281).