Primera lectura: 2Cor 11,1-11:
Gratis anuncié el Evangelio
Salmo: 111:
«Justicia y verdad son las obras de tus manos, Señor»
Evangelio: Mt 6,7-15:
«Ustedes oren así»
11ª Semana Ordinario San Romualdo (1027) Santa Juliana de Falconieri (1341)
8 No los imiten, pues el Padre de ustedes sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan.
9 Ustedes oren así: ¡Padre nuestro que estás en el cielo! Santificado sea tu Nombre,
10 venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
11 danos hoy nuestro pan de cada día,
12 perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
13 no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
14 Pues si perdonan a los demás las ofensas, su Padre del cielo los perdonará a ustedes,
15 pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
La oración, ese diálogo íntimo con el Dios Amor, es un lenguaje familiar que no necesita manuales, trasciende la repetición de palabras y fórmulas prefabricadas. A través de esa comunión orante podemos compartir con Dios nuestros anhelos e inquietudes más profundas. La oración nos fortalece espiritualmente, preparándonos para enfrentar aquello que la vida nos depara. Nos mantiene conscientes e implicados con la realidad en sus diversas dimensiones. Además, nos permite reconocer nuestras posibilidades en Dios, más allá de nuestra fragilidad y el poder del mal. Equilibra nuestra autoestima y nos conecta con empatía al entorno y al planeta. Inspirados por las palabras de Jesús, entendemos que la oración va más allá de huecas palabras. ¿Cómo mantenernos constantes en la oración? ¿Cómo abrazar diariamente esta práctica que nos humaniza? Ante un mundo lleno de desafíos comunes, la respuesta está en este encuentro con Dios y desde él con los demás. En el “Padre nuestro”, encontramos la invitación a perdonar y el valor de compartir. Que cada día encontremos momentos para la comunión Dios.
“La oración confiada es una reacción del corazón que se abre a Dios frente a frente, donde se hacen callar todos los rumores para escuchar la suave voz del Señor que resuena en el silencio” (GE 149).