Primera lectura: Gén 16,1-12.15-16:
Hagar dio un hijo a Abrahán, y Abrahán lo llamó Ismael
Salmo: 106:
«Den gracias al Señor, porque es bueno»
Evangelio: Mt 7,21-29:
La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena
12ª Semana Ordinario San José María Robles (1927)
21 No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo.
22 Cuando llegue aquel día, muchos me dirán: ¡Señor, Señor! ¿No hemos profetizado en tu nombre? ¿No hemos expulsado demonios en tu nombre? ¿No hemos hecho milagros en tu nombre?
23 Y yo entonces les declararé: Nunca los conocí; apártense de mí, ustedes que hacen el mal.
24 Así pues, quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca.
25 Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca.
26 Quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a un hombre tonto que construyó su casa sobre arena.
27 Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y ésta se derrumbó. Fue una ruina terrible.
28 Cuando Jesús terminó su discurso, la multitud estaba asombrada de su enseñanza;
29 porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados.
Muchos sectores influyentes de la sociedad hablan sobre el fenómeno migratorio que vive actualmente la humanidad; de hecho, existen muchos análisis, estadísticas, proyectos, iniciativas políticas, sociales y humanitarias para mitigar esta realidad que afecta principalmente a las comunidades más vulnerables y pobres del planeta. Sin embargo, todas estas posibles acciones no tienen el impacto suficiente para contrarrestar dicha situación, a causa de la no participación equitativa en el bien común, el respeto y defensa de los derechos humanos y el desarrollo humano integral de las comunidades. Si no se aseguran estos aspectos neurálgicos para todos y todas, estaremos construyendo soluciones sobre un terreno inestable, donde todos los esfuerzos serán derrumbados por los fuertes vientos de corrupción, intereses políticos mezquinos, la violencia, las crecientes situaciones de pobreza que imposibilitan una vida digna y esperanzadora para miles de seres humanos. Todos tenemos el deber moral y cristiano de preguntarnos por las acciones que podemos liderar para tejer juntos oportunidades en nuestros territorios, sin necesidad de partir a otros lugares.
“Las tensiones inducidas por una cultura individualista exagerada de la posesión y del disfrute generan dentro de las familias dinámicas de intolerancia y agresividad” (AL 33).