19 de Octubre del 2025

29º DOMINGO ORDINARIO

San Pedro de Alcántara (1562)

San Pablo de la Cruz (1775)

 

Éxodo 17,8-13: Moisés sostuvo los brazos hasta la puesta del sol

Salmo 121: «Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra»

2 Timoteo 3,14–4,2: Proclama la Palabra a tiempo y a destiempo

Lucas 18,1-8: Parábola de la viuda y el juez

 

En aquel tiempo, para inculcarles que hace falta orar siempre sin cansarse, Jesús les contó una parábola: 

2 Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. 

3 Había en la misma ciudad una viuda que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi rival. 

4 Por un tiempo se negó, pero más tarde se dijo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, 

5 como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, así no seguirá molestándome. 

6 El Señor añadió: Fíjense en lo que dice el juez injusto. 

7 Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? 

8 Les digo que inmediatamente les hará justicia. Sólo que, cuando llegue el Hijo del Hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?

 

Comentario 

El maravilloso bastón que Moisés debía sostener en alto para que Josué venciera a los amalecitas enseñaba a los lectores de generaciones posteriores que debían orar sin desfallecer hasta que Dios otorgara su favor. Más todavía, si junto al suplicante se sumaban otros, como en el relato del Éxodo, la plegaria adquiría una fuerza singular, irresistible, porque era una oración comunitaria. Esa imagen de Moisés en la cima de la montaña y flanqueado por Jur y Aarón guarda similitudes con la crucifixión de Jesús, soportado por los otros crucificados, con los brazos extendidos, consiguió la victoria sobre la muerte y el pecado. 

Por su parte, el evangelio de hoy impulsa a implorar incansablemente a un juez por la debida justicia. Orar es simple: cerrarse al exterior y abrirse a Dios. Uno se cierra recogiendo los propios pensamientos, enfocándose interiormente en Dios, en su presencia amable y bondadosa. Ante él, abrir el corazón; explayar lo que nos urge en ese momento, lo que experimentamos y anhelamos… y aguardar. Afinar el oído interior, atender su voz, es decir, palabras para discernir: ¿Qué quieres de mí? ¿Cómo puedo realizar lo que me pides? A veces las palabras fluyen del corazón, a veces no. Importa unirnos al Creador. Ser constantes en la oración es todo un reto, la descuidamos al no hacerla un hábito o costumbre. 

Es necesario destinar un tiempo exclusivo en el ajetreo de la rutina. Perseverar en la oración, es lo que Jesús nos pide, como la viuda con el juez inicuo. Conocemos jueces inicuos que impiden el acceso a la justicia a los que más la necesitan. Jueces que se guían por intereses inconfesables que los corrompen, sean sus propias ambiciones o de individuos u organizaciones que atropellan el cuerpo social, o, incluso de grupos abiertamente delincuenciales. El dinero y el poder, que no la justicia y el derecho, es lo que inclina la balanza en muchos tribunales, condenando a los más vulnerables. Muchas veces, al pensar en los líderes de nuestra sociedad, no tomamos en cuenta a los jueces que forman parte esencial del poder judicial, cuya tarea es la de garantizar el estado de derecho y el bienestar de individuos, sociedades y pueblos. 

La justicia es un bien que todos debemos procurar y mantener. No se alcanza sin más, sino que precisa de una vigilancia popular constante que asegure la igualdad. ¿Dónde descubres situaciones injustas? ¿Qué hacen tú y tu comunidad para promover el derecho de sus miembros?

“Una Iglesia sinodal necesita poner a los pobres en el centro de su propia vida” (Sínodo de la Sinodalidad, I Sesión, octubre 2023).