Primera lectura: 2Cor 1,1-7:
Dios nos alienta para que alentemos a los demás
Salmo: 34:
«Gusten y vean qué bueno es el Señor»
Evangelio: Mt 5,1-12:
«Dichosos los pobres en el espíritu»
10ª Semana Ordinario San Efrén (373)
2 Tomó la palabra y comenzó a enseñarles del siguiente modo:
3 Felices los pobres de corazón, porque el reino de los cielos les pertenece.
4 Felices los afligidos, porque serán consolados.
5 Felices los desposeídos, porque heredarán la tierra.
6 Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
7 Felices los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia.
8 Felices los limpios de corazón, porque verán a Dios.
9 Felices los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios.
10 Felices los perseguidos por causa del bien, porque el reino de los cielos les pertenece.
11 Felices ustedes cuando los injurien y los persigan y los calumnien falsamente de todo por mi causa.
12 Alégrense y pónganse contentos porque el premio que les espera en el cielo es abundante. De ese mismo modo persiguieron a los profetas anteriores a ustedes.
El evangelista Mateo no espiritualiza las Bienaventuranzas; más bien, las convierte en un llamado a la acción. Mateo refiere a los pobres de corazón, como aquellos que optan por no acumular, ni apegarse a lo material. Esto sin dejar por fuera a los anawin (despojados), los afligidos, los que sufren en silencio bajo la opresión y la violencia. También nos refiere a los que no encuentran su lugar en el mundo, aquellos que anhelan justicia y saberse integrados a la comunidad humana. Jesús nos desafía a encarnar una espiritualidad comunitaria que luche contra las estructuras que generan pobreza y desigualdad, a consolar a los afligidos y solidarizarnos con quienes son perseguidos. Nos invita a crear espacios donde el hambre, las lágrimas, las persecuciones son acompañadas y sostenidas por la comunidad cristiana. Su propuesta busca que el mundo no se autodestruya, sino que se humanice a partir de personas no ambiciosas, que no se victimizan y no eligen el camino violento, en un mundo donde se abusa de la vida y las injusticias persisten.
“Las bienaventuranzas de ninguna manera son algo liviano o superficial; al contrario, ya que solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo” (GE 65).