Primera lectura: Dn 13,1-9.15-17.19-30.33-62:
Tu calumnia se vuelve contra ti
Salmo: 23:
«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo»
Evangelio: Jn 8,12-20:
Yo soy la luz del mundo
5ª Semana de Cuaresma San Juan Bautista de la Salle (1719)
13 Le dijeron los fariseos: Tú das testimonio a tu favor: tu testimonio no es válido.
14 Jesús les contestó: Aunque doy testimonio a mi favor, mi testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y adónde voy; en cambio ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
15 Ustedes juzgan según criterios humanos, yo no juzgo a nadie.
16 Y si juzgase, mi juicio sería válido, porque no juzgo yo solo, sino con el Padre que me envió.
17 Y en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido.
18 Yo soy testigo en mi causa y es testigo también el Padre que me envió.
19 Le preguntaron: ¿Dónde está tu padre? Jesús contestó: Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre. Si me conocieran a mí, conocerían a mi Padre.
20 Estas palabras las pronunció junto al lugar del tesoro, cuando enseñaba en el templo. Nadie lo detuvo, porque no había llegado su hora.
En el primer testamento la luz refiere a la presencia de Yahvé en medio de su pueblo, a la esperanza en medio de la opresión, a la transparencia de la vida. En el evangelio Jesús es presentado como luz que disipa las oscuridades del mundo. Seguirle a Él significa dejarse iluminar por su palabra y proyecto que da vida en plenitud. El brío o destello de su persona, su modo de vida, genera bienestar. Sus gestos de acogida y compasión contrastan con las actitudes fiscalizadoras y condenatorias. Por esos sus adversarios no podían aceptarlo porque evidenciaba la ausencia de Dios en quienes decían llamarse sus dignos representantes. El testimonio de nuestro amor será el medidor de nuestra comunión con Dios y con los hermanos. Recordemos que la luz o claridad la necesitamos tanto a nivel personal como en comunidad. Son muchos los nubarrones de odio y desamor que ensombrecen a nuestro mundo, pero recordemos que su permanencia está condicionada. Como Jesús podemos ser presencia que ilumina y reconcilia.
“Si queremos cooperar con nuestro Padre celestial en la construcción del futuro, hagámoslo junto con nuestros hermanos y hermanas migrantes” (Papa Francisco).