Primera lectura: Hch 25,13-21:
Pablo sostiene que está vivo
Salmo: 103:
«El Señor puso en el cielo su trono»
Evangelio: Jn 21,15-19:
«Apacienta mis corderos»
7a Semana de Pascua San Marcelino Champagnat, fundador (1840)
16 Le preguntó por segunda vez: Simón hijo de Juan, ¿me quieres? Él le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
17 Por tercera vez le preguntó: Simón hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
18 Te lo aseguro, cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías; cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te atará y te llevará a donde no quieras.
19 Lo decía indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Después de hablar así, añadió: Sígueme.
En estos últimos días del tiempo pascual estamos invitados como Pedro a confirmar nuestro amor hacia Jesús. Pedro, no sólo representa a una comunidad de fe, sino que es presentado como fundamento de la Iglesia naciente, cuidador del rebaño. Todo ha de cimentarse en el amor hacia Jesús, no en el poder o en la importancia de su cargo. Necesitamos revisar cómo está nuestro amor por Jesucristo, porque de él depende la medida de nuestra entrega o la reserva o recelo que nos acompaña. El evangelio de Juan está fundado en esa corriente amorosa del corazón de Dios hacia su obra creadora. Este es el último encargo de Jesús a Pedro y a todas las comunidades cristianas: ¡Sígueme! Se trata de ser discípulos y nada más. Es la identidad más profunda de Pedro, como pastor y nuestra identidad, como creyentes. Es nuestro “ADN” humano y eclesial. Vivamos a partir de esta condición de discipulado y sintamos como nuestra carga se aligera. El camino ya está trazado, sólo sigamos sus huellas.
“El servicio es en gran parte, cuidar de la fragilidad” (FT 20).