Primera lectura: Jer 11,18-20:
«Yo, como cordero manso, seré llevado al matadero»
Salmo: 7:
«Señor, Dios mío, a ti me acojo»
Evangelio: Jn 7,40-53:
¿Es que de Galilea va a venir el Mesías?
4ª Semana de Cuaresma San Vicente Ferrer
41 Otros decían: Éste es el Mesías. Otros preguntaban: ¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea?
42 ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de David?
43 La gente estaba dividida a causa de él. 44Algunos intentaban arrestarlo, pero nadie se atrevió a hacerlo.
45 Cuando los guardias volvieron, los sumos sacerdotes y los fariseos les preguntaron: ¿Por qué no lo han traído?
46 Ellos contestaron: Jamás hombre alguno habló como habla este hombre.
47 Replicaron los fariseos: ¿También ustedes se han dejado engañar?
48 ¿Quién de los jefes o de los fariseos ha creído en él?
49 Sólo esa maldita gente, que no conoce la ley.
50 Nicodemo, uno de ellos, que había acudido a Jesús en otra ocasión, les dijo:
51 ¿Acaso nuestra ley condena a alguien sin haberlo escuchado antes para saber lo que hizo?
52 Le contestaron: ¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.
53 Y cada uno se marchó por su lado.
Jesús continúa generando inquietud por su origen y misión. Algunos lo tienen por profeta: su palabra interpelante y sus acciones evidencian el triunfo sobre el mal y la muerte. Otros afirman que es el Mesías esperado, el ungido que ha llegado para salvar y liberar. Pero para otros, una minoría poderosa, no puede ser ni lo uno ni lo otro, pues es galileo y genera desconfianza. Todo este contexto refleja las diversas comprensiones religiosas sobre Dios que conviven en nuestras comunidades y aquello que Jesús provoca. Muchos quisiéramos un Jesús a nuestra medida y nos olvidamos que ha venido a cambiar corazones y promover nuevas formas de relacionarnos. Como sucedió a los dirigentes religiosos, también a nosotros nos cuesta abrazar esa imagen de un Dios que invita a ejercer la profecía frente a las injusticias. Olvidamos que los procesos liberadores son fruto de la fe en nuestras comunidades. Oremos por nuestros procesos de madurez en la fe, para que nos ayuden a comprometer más la vida.
“El pecado es renunciar al encuentro con el otro, al encuentro con aquel que es diferente, al encuentro con el prójimo” (Papa Francisco).