Primera lectura: Heb 10,32-39:
«Soportaron múltiples combates; sean valientes»
Salmo: 37:
El Señor es quien salva a los justos
Evangelio: Mc 4,26-34:
¿Con qué compararemos el reino de Dios?
3ª Semana Ordinario San Juan Bosco (1888)
27 de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. 28 La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, después la espiga, después grana el trigo en la espiga.
29 En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la cosecha.
30 Decía también: ¿Con qué compararemos el reinado de Dios? ¿Con qué parábola lo explicaremos?
31 Con una semilla de mostaza: cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de las semillas;
32 después de sembrada crece y se hace más alta que las demás hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar a su sombra.
33 Con muchas parábolas semejantes les exponía el mensaje adaptándolo a la capacidad de sus oyentes.
34 Sin parábolas no les exponía nada; pero en privado, a sus discípulos les explicaba todo.
Gracias a la Encarnación, el Hijo de Dios, al entrar en la historia, se convirtió en semilla sembrada en tierra humana. Ahí desplegó su dinamismo, creciendo silenciosamente y, con su evangelio, buscó la transformación de la vida, de todas las vidas. Fue una semilla muy pequeña que supo ser fecunda. Nació del seno virginal de una jovencita de una aldea despreciada; como nacen los niños y las niñas de los refugiados de nuestra historia, en desarraigo y con muchas dificultades. Vivió oculto muchos años en Nazaret aprendiendo a ser familia, a ser comunidad. Siendo ya joven-adulto compartió una Buena Noticia de parte de Dios, una palabra de esperanza para los más empobrecidos. Murió como mueren los últimos, condenado y despreciado. Jesús fue esa semilla que alcanzó a ser árbol, destinada a resguardar la vida de los pueblos, el Dios-con- nosotros. Sus frutos continúan compartiéndose por medio de las personas enamoradas de su Evangelio. ¿Cómo vives tu fe en Jesús en esta época saturada de malas noticias?
“Sentir compasión significa dar espacio a la ternura que a menudo la sociedad actual nos pide reprimir” (Papa Francisco).