Primera lectura: Josué 5,9a.10-12:
El pueblo de Dios celebra la Pascua
Salmo: 34:
«Gusten y vean qué bueno es el Señor»
Segunda lectura: 2 Corintios 5,17-21:
Dios nos reconcilió con él
Evangelio: Lucas 15,1-3.11-32:
«Tu hermano estaba muerto y ha revivido»
4º DE CUARESMA San Zósimo (418)
2 Los fariseos y los doctores murmuraban: Éste recibe a pecadores y come con ellos.
3 Él les contestó con la siguiente parábola:
11 Un hombre tenía dos hijos.
12 El menor dijo al padre: Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él les repartió los bienes.
13 A los pocos días el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo una vida desordenada.
14 Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad.
15 Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos.
16 Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
17 Entonces recapacitando pensó: A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre.
18 Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido;
19 ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros.
20 Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y lo besó.
21 El hijo le dijo: Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo.
22 Pero el padre dijo a sus sirvientes: Enseguida, traigan el mejor vestido y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
23 Traigan el ternero engordado y mátenlo. Celebremos un banquete.
24 Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta.
25 El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas
26 y llamó a uno de los sirvientes para informarse de lo que pasaba.
27 Le contestó: Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo.
28 Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara.
29 Pero él le respondió: Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos.
30 Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero engordado.
31 Le contestó: Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo.
32 Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.
Avanzamos en nuestro caminar cuaresmal, ojalá, también en nuestro anhelo de conversión. Es bueno como creyentes aprovechar estos tiempos fuertes de la Iglesia para aliviar nuestra carga, reconciliarnos y sanar heridas. Dios nos regala la oportunidad de cuidar de nuestra salud espiritual, disponiéndonos no sólo al borrón y cuenta nueva, sino, ante todo, a madurar en el amor. El camino está trazado, pero es necesario recorrerlo. El evangelio de Lucas nos presenta una parábola que revela el rostro misericordioso y compasivo de Dios, en contraste con el rostro legalista y punitivo de las autoridades religiosas de Israel. Es a los sacerdotes, escribas y fariseos a quienes está dirigida la parábola. Pero también a todos los que vivimos la experiencia religiosa bajo un estilo bastante legalista o conservador. Son muchas las personas de Iglesia cuyo fundamento moral y ético se encuentra en el mérito, el castigo y la sanción. Para Jesús todo es gracia, misericordia y perdón sincero. El primer hijo revela la postura de muchas personas. Reclamar una herencia que no le pertenece a un individuo, sino a una familia, comunidad o sociedad. Aprovecharse de un bien común hasta derrocharlo o desperdiciarlo en lo que no genera vida (rebajándose hasta quedar contaminado y tocar fondo, sobreviviendo como los cerdos). También manifiesta la capacidad que tenemos las personas de volver en sí, tomando conciencia de la degradación humana que produce soledad, sufrimiento y culpa. Aun con la vergüenza a cuestas, el arrepentimiento será su carta de presentación al volver a la casa paterna. Reconozcamos que el padre respetando la libertad de su hijo, no lo detiene, no lo busca, pero lo espera. Así es Dios con cada uno de nosotros cuando regresamos a su presencia, arrepentidos. Sus gestos siempre son sorprendentes, cargados de mucha ternura y no de reprimendas. No importa su falta, lo que interesa es esa vuelta a la vida. Por eso el vestido nuevo, las sandalias, el anillo, son signo de la dignidad recuperada.
Siempre el arrepentimiento y propósito de enmienda son motivo de fiesta, aunque exista el reproche, el reclamo o la crítica de quienes se han portado bien y son meros cumplidores de lo mandado. El hermano mayor es rigorista, “nunca ha fallado”, por eso se cree con autoridad moral para juzgar y castigar. Pero el corazón de Dios, es entrañable y lleno de ternura, incapaz de dar paso a la condena. ¿Acaso no nos sentimos invitados a reproducir esta misma experiencia de amor y perdón en nuestras comunidades? Camino hacia la pascua, reconciliémonos con Dios, con nosotros mismos y con toda la creación.
“Los migrantes son antes que nada seres humanos, hoy son el símbolo de todos los descartados de la sociedad globalizada” (Papa Francisco).