Primera lectura: Heb 10,19-25:
Mantengámonos firme en la fe y esperanza
Salmo: 24:
«Estos son los que buscan al Señor»
Evangelio: Mc 4,21-25:
Quien tenga oídos para escuchar, que escuche
3ª Semana Ordinario Santa Jacinta de Mariscotti (1640)
22 Nada hay oculto que no se descubra, nada encubierto que no se divulgue.
23 El que tenga oídos para oír que escuche.
24 Les decía también: Tengan cuidado con lo que oyen: la medida con que midan la usarán con ustedes, y aún más.
25 Porque al que tiene se le dará; pero al que no tiene se le quitará aun lo que tiene.
La humanidad de Jesús fue la que consiguió hacerle parábola de Dios. Nos presentó una imagen vívida (real) del amor de Dios. Pablo en la carta a los Efesios nos recuerda: «caminen como hijos de la luz e hijos del día» (Ef 5,8). Necesitamos brillar como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir (Fil 2,15). No somos la luz, la luz es Cristo con su evangelio del Reino, pero podemos ser el candelero comunicando la alegría del evangelio. En la oscuridad de este mundo consumista corremos el peligro de materializarnos demasiado. Los entornos cada vez más inseguros y violentos nos vuelven personas desconfiadas. Las guerras amenazan con extinguir la convivencia y la guerra prolongada contra la casa común nos conduce al exterminio. No tengamos cerrado el libro de la Biblia en nuestros hogares y no tengamos apagada la luz del evangelio con unas vidas tristes y apagadas. Siéntete luz en tu propio hogar y no dejes que se extinga la alegría.
“La mayor caridad es la que se ejerce con quienes no pueden corresponder y tal vez ni siquiera dar gracias” (Papa Francisco).