Primera lectura: Heb 10,1-10:
«Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad»
Salmo: 40:
«Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad»
Evangelio: Mc 3,31-35:
«Ese es mi hermano, hermana y mi madre»
3ª Semana Ordinario Santo Tomás de Aquino (1274)
32 La gente estaba sentada en torno a él y le dijeron: Mira, tu madre y tus hermanos y hermanas están fuera y te buscan.
33 Él les respondió: ¿Quién es mi madre y mis hermanos?
34 Y mirando a los que estaban sentados en círculo alrededor de él, dijo: Miren, éstos son mi madre y mis hermanos.
35 Porque el que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Jesús nació y vivió en una familia como todos nosotros. Experimentó la dependencia de María, su madre y de José, su padre (Lc 2,51) Allí aprendió la tradición cultural de su pueblo. Aprendió a hablar una humilde lengua, el arameo, hija de una lengua mayor, el hebreo. En Jesús, Dios, se insertó en el lado más humilde de la raza humana. Con estos rasgos nos va a dar la metodología para construir una humanidad mayor; nos introduce a un parentesco universal, ya no dependiente de la sangre y la carne sino a partir de un código nuevo: el de las Bienaventuranzas. Su proyecto va encaminado a construir una familia ampliada donde los últimos sean los primeros. Nos va a invitar a hacer de toda la raza humana una mesa redonda con asientos suficientes para todos. En esa nueva familia se destaca su Madre porque nadie como ella cumplió la voluntad de Dios. Nos toca a nosotros ser fieles constructores de la nueva familia humana que brota del evangelio de Jesús.
“La presencia de los migrantes y refugiados representa un enorme reto, pero también es una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos” (Papa Francisco).