Primera lectura: Jer 7,23-28:
Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios
Salmo: 94:
«Ojalá escuchen hoy la voz del Señor»
Evangelio: Lc 11,14-23:
«Quien no está conmigo está contra mí»
3ª Semana de Cuaresma San Juan de Egipto (394)
15 Pero algunos dijeron: Expulsa los demonios con el poder de Belcebú, jefe de los demonios.
16 Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo.
17 Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: Un reino dividido internamente va a la ruina y se derrumba casa tras casa.
18 Si Satanás está dividido internamente, ¿cómo se mantendrá su reino? Porque ustedes dicen que yo expulso los demonios con el poder de Belcebú.
19 Si yo expulso los demonios con el poder de Belcebú, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso ellos los juzgarán.
20 Pero si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, es que ha llegado a ustedes el reino de Dios.
21 Mientras un hombre fuerte y armado guarda su casa, todo lo que posee está seguro.
22 Pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte sus bienes.
23 El que no está conmigo está contra mí. El que no recoge conmigo desparrama.
En tiempos de Jesús una persona muda estaba condenada al aislamiento. Ser mudo era estar incomunicado. Pero, recordemos que la mudez no es solo una afección de carácter físico. Hay silencios impuestos por las estructuras de poder que no permiten a las personas manifestarse. Exteriorizar lo que uno piensa y siente es una necesidad humana. La liberación del mudo significa devolverle su capacidad para comunicarse y relacionarse con su entorno. Para Jesús es lamentable que el bienestar prodigado sea molesto para quienes viven de espaldas al sufrimiento. Es difícil para quien vive en oscuridad tolerar la luz. Reestablecer la comunicación es signo claro de la presencia salvífica del reinado de Dios. Promovamos en nuestras comunidades y grupos espacios de comunicación y participación. Que toda persona pueda expresar su palabra y sea tomada en cuenta.
“No se trata sólo de migrantes, también se trata de nuestros miedos. La maldad y la fealdad de nuestro tiempo acrecienta nuestro miedo a los otros” (Papa Francisco).