Primera lectura: Nehemías 8,2-6.8-10:
Leían el libro de la Ley
Salmo: 19:
«Tus palabras, Señor, son espíritu y vida»
Segunda lectura: 1 Corintios 12,12-30:
Ustedes son el cuerpo de Cristo
Evangelio: Lucas 1,1-4; 4,14-21:
Hoy se cumple esta Escritura
3º ORDINARIO DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS Santos Timoteo y Tito (s. I)
2 tal como nos lo transmitieron los primeros testigos y servidores de la Palabra,
3 también yo he pensado, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el principio;
4 así comprenderás con certeza las enseñanzas que has recibido.
4.14 Impulsado por el Espíritu, Jesús volvió a Galilea, y su fama se extendió por toda la región.
15 Enseñaba en sus sinagogas, y era respetado por todos.
16 Fue a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró un sábado en la sinagoga y se puso de pie para hacer la lectura.
17 Le entregaron el libro del profeta Isaías. Lo abrió y encontró el texto que dice:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos,
19 para proclamar el año de gracia del Señor.
20 Lo cerró, se lo entregó al ayudante y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
21 Él empezó diciéndoles: Hoy, en presencia de ustedes, se ha cumplido este pasaje de la Escritura.
Nehemías, en la primera lectura, después de la experiencia traumática del destierro nos invita a proclamar con alegría palabras verdaderas a pequeños y grandes. A convertir esa proclamación en una fiesta de comunidad, dejando atrás el recuerdo del sufrimiento, procurando cuidar en los encuentros la memoria y abrazar las nuevas oportunidades. Meditemos en esas palabras de sanación y reconciliación que estamos invitados a ofrecer en nuestros hogares y comunidades.
Pablo en la carta a los Corintios recuerda que la Buena Nueva del Reino es comunitaria. A partir de la imagen del cuerpo humano y sus miembros, hemos de estar dispuestos a apreciar nuestros muchos carismas. Unos lo harán como expertos de la palabra, otros lo haremos como lectores populares de esa misma palabra, otros y otras lo harán como acompañantes en la vida familiar, pero todos como enamorados de Jesucristo y de su Evangelio. Seamos comunidades que con sincero corazón abrazan los preceptos de Dios. Dejemos que esas palabras de vida alegren nuestro corazón y continúen dando luz a los ojos.
Asistimos en este domingo al inicio programático de Jesús en su misión evangelizadora. Lo hace en la sinagoga de su propio pueblo escogiendo al profeta Isaías como motivación. Toda la redacción que hace Lucas es una invitación a estar muy atentos a este momento primero de Jesús, en su deseo de echar a andar el proyecto del Reino. Jesús nos va a regalar en pocas palabras la mejor explicación de cuál es su misión. Será el Espíritu de Dios el que inspira e impulsa a Jesús a entregar su vida a favor de las personas más necesitadas. Realizando la homilía más corta que podamos imaginar nos invita a contemplarlo de cerca, recordando que es fundamental el testimonio y hacer vida la Palabra. Imposible no comprender lo que será su vida y ministerio, una encarnación del plan salvífico de Dios para la humanidad. Se trata de un proyecto alternativo capaz de generar nuevas relaciones y posibilidades. Quiere que los Teófilos (amigos-amigas de Dios) de todos los tiempos, hagamos que nuestra vida se convierta en buena noticia: siendo palabra verdadera, amable, oportuna, sanadora, solidaria. No nos olvidemos de agradecer por aquellas personas que nos han comunicado fortaleza con su Palabra.
Tan saturados de noticias mentirosas y violentas que aturden la vida y el corazón, necesitamos la proximidad de palabras que nos trasmitan consuelo, fortaleza y paz. Pensemos en el efecto positivo o negativo que tienen nuestras palabras. Evitemos que nuestras palabras hieran o lastimen y pidamos a Dios nos conceda ser prudentes con aquello que comunicamos. Dejemos una huella positiva en las personas que se encuentran con nosotros.
“Si queremos cooperar con nuestro Padre celestial en la construcción del futuro, hagámoslo junto con nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados” (Papa Francisco).