Primera lectura: Eclo 2,1-11:
«Prepárate para las pruebas»
Salmo: 37:
«Encomienda tu camino al Señor, y él actuará»
Evangelio: Mc 9,30-37:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último»
7a Semana Ordinario San Luis Versiglia (1930)
31 A los discípulos les explicaba: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de hombres que le darán muerte; después de morir, al cabo de tres días, resucitará.
32 Ellos, aunque no entendían el asunto, no se atrevían a preguntarle.
33 Llegaron a Cafarnaún y, ya en casa, les preguntó: ¿De qué hablaban por el camino?
34 Se quedaron callados, porque por el camino habían estado discutiendo quién era el más importante.
35 Se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos.
36 Después llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo acarició y les dijo:
37 Quien reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe. Quien me recibe a mí, no es a mí a quién recibe, sino al que me envió.
Jesús nos habla de ser “últimos o servidores incondicionales”, propuesta escandalosa en un mundo marcado por luchas de poder y afán de lucro. La respuesta de Jesús a sus discípulos es sorprendente: quien aspire al liderazgo debe ser testimonio de servicio. Jesús insta a un cambio profundo, renunciando al aplauso, al reconocimiento, a las jerarquías y sirviendo a los considerados “pequeños” de nuestras sociedades. Este mensaje ha de interpelar nuestros ámbitos pastorales para no caer en la búsqueda de protagonismo. La llamada a invertir esta lógica confronta nuestros deseos de reconocimiento y nos desafía a revisar actitudes personales y estructuras familiares o comunitarias. ¿Estamos dispuestos a renunciar al egoísmo y al afán de protagonismo para servir a los demás? ¿Cómo practicar el servicio humanizador en nuestras relaciones personales, familiares y sociales? La invitación a la conversión radica en abrazar la propuesta revolucionaria de Jesús: ser “últimos”, servir humildemente y con amor a los “pequeños”. Este cambio de perspectiva nos guía hacia una transformación profunda en nuestras interacciones diarias.
“¿Sabremos reconocer a Jesucristo que pide ser acogido, protegido, promovido e integrado?” (Papa Francisco).