Primera lectura: Hch 15,7-21:
«No hay que molestar a los gentiles»
Salmo: 96:
«Cuenten a los pueblos la gloria del Señor»
Evangelio: Jn 15,9-11:
«Les he dicho esto para que sean felices»
5ª Semana de Pascua Santa Joaquina de Vedruna (1854) Santa Rita de Casia (1457)
10 Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11 Les he dicho esto para que participen de mi alegría y sean plenamente felices.
Jesús nos quiere plenamente felices. Nos trazó un camino en las Bienaventuranzas, una senda segura para alcanzar la felicidad verdadera. No se trata de una felicidad epidérmica, sino profunda y plena. En este texto evangélico descubrimos el secreto de esta felicidad: habitar en la comunidad de vida de la Santísima Trinidad. Sentir presente a Dios Padre que nos ha creado por amor, al Hijo que nos enseña a ser hermanos y hermanas y al Espíritu Santo como el huésped de nuestros corazones. Nos toca adorar este misterio insondable en nuestras frágiles vidas humanas, sabiéndonos personas amadas. Permanecer en su amor es nuestra tarea, practicando los mandamientos que Él vivió. Se trata de dejarnos abrazar por este misterio con un corazón agradecido. Experimentemos esta presencia al hacer oración y vivamos resucitando a una mejor versión de nosotros mismos, haciendo el bien y curando como Jesús las heridas de esta humanidad sufriente. Participemos de esa alegría profunda, no pasajera, siendo agentes de cambio. ¿Qué hace que permanezcamos en esa comunión, amistad y amor de Dios?
“Amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite” (FT 1).