Primera lectura: Hch 13,26-33:
Dios cumplió la promesa
Salmo: 2:
«Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»
Evangelio: Jn 14,1-6:
«Yo soy el camino, la verdad y la vida»
4a Semana de Pascua San Juan Nepomuceno (1393)
2 En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho, porque voy a prepararles un lugar.
3 Cuando haya ido y les tenga preparado un lugar, volveré para llevarlos conmigo, para que, donde yo esté, estén también ustedes.
4 Ya conocen el camino para ir a donde yo voy.
5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?
6 Le dijo Jesús: Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre si no es por mí.
Jesús se despide de sus discípulos y también de nosotros diciendo que está realizando un camino de ida y vuelta. Se va a la casa del Padre para que su humanidad experimente el misterio pascual, como un éxodo personal y en nombre de toda la humanidad. Se va para compartirnos su vida resucitada, invitándonos también a caminar a la plena comunión con Dios. Ya sabemos el camino, aunque continuamente tenemos que buscarlo de nuevo: saber si nuestra vida está comprometida con el cuidado del mundo y si pasamos como Jesús haciendo el bien, curando las dolencias de la gente. Jesús con sus gestos y palabras nos anima a vivir el misterio pascual. La resurrección ha hecho universal su presencia porque ha derribado todos los muros. Contamos con los siete sacramentos, signos de su presencia vivificante, especialmente la Eucaristía y, tenemos a sus vicarios los empobrecidos y sufrientes. Está vivo y presente entre nosotros. ¿Cómo manifestar que vivo resucitando? ¿Es mi vida testimonio de apertura y comunión?
“La tarea evangelizadora enriquece la mente y el corazón, nos abre horizontes espirituales, nos hace más sensibles para reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros esquemas espirituales limitados” (EG 272).