Primera lectura: Gén 3,9-24:
El Señor los expulsó del Edén
Salmo: 128:
«Dichosos los que temen al Señor»
Evangelio: Mc 8,1-10:
Dieron de comer a la multitud
5a Semana Ordinario San Claudio de Colombiere (1682)
2 Me compadezco de esta gente; ya llevan tres días junto a mí y no tienen qué comer.
3 Si los despido a casa en ayunas, desfallecerán por el camino; y algunos han venido de lejos.
4 Le contestaron los discípulos: ¿De dónde sacaríamos panes para alimentarlos aquí, en despoblado?
5 Les preguntó: ¿Cuántos panes tienen? Respondieron: Siete.
6 Ordenó a la gente que se recostara en el suelo. Tomó los siete panes, dio gracias, los partió y se los dio a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente.
7 Tenían también unos pocos pescaditos. Los bendijo y mandó que los sirvieran.
8 Comieron hasta quedar satisfechos, y recogieron las sobras en siete canastas.
9 Eran unos cuatro mil. Los despidió
10 y enseguida embarcó con los discípulos y se dirigió al territorio de Dalmanutá.
Estamos ante el signo de la multiplicación-reparto de los panes y pescados al descampado. Los tres evangelistas nos regalan este mensaje y Juan lo coloca como preanuncio de la Eucaristía. No olvidemos que el actuar de Jesús nace de la compasión ante la situación de indefensión de la gente. En todos los relatos Jesús involucra a su comunidad discipular. Los problemas de los demás también han de importarnos. Jesús no realiza acciones mágicas, sabe que la solución la podemos encontrar entre todos. En todos los relatos Jesús pregunta sobre la fe, lo que esperan, algo así como un medidor emocional y de voluntad. En este escenario Jesús invita a la organización. La comida debe ser compartida y bien distribuida. Al centro de la comunidad y su acción se hace presente el Dios providente. La acción de Jesús está encaminada más al compartir que al multiplicar. Ya Dios nos ha concedido los alimentos al crear al mundo, pero lo que escasea es el compartir. Que en cada Eucaristía nazca en nosotros el deseo de compartir.
“El miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro, con aquel que es diferente; nos priva de una oportunidad de encuentro con el Señor” (Papa Francisco).