Primera lectura: Gén 1,1-19:
Dijo Dios, y así fue
Salmo: 104:
«El Señor goce con sus obras»
Evangelio: Mc 6,53-56:
Lo tocaban y quedaban curados
5a Semana Ordinario Santa Escolástica (547)
54 Cuando desembarcaron, la gente reconoció a Jesús.
55 Recorriendo toda la región, le fueron llevando en camillas todos los enfermos, hasta el lugar donde habían oído que se encontraba.
56 En cualquier pueblo o ciudad por la que pasaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejara tocar al menos los flecos del manto. Y los que lo tocaban se curaban.
Contemplamos a Jesús como un profeta itinerante, todo el tiempo en salida hacia las periferias humanas, con dos acciones destacadas: curar las dolencias y enseñar el proyecto de su Padre: el Reino de vida. Jesús no espera que la gente acuda a Él, sino que se acerca a donde percibe maltrato, descuido, injusticia. Cura en las sinagogas (Mc 1,21); en las casas (Mc 2,1.15); en las playas (Mc 4,1); y al descampado como vemos hoy en este texto. La gente acude en camillas, gracias a la solidaridad de sus vecinos, porque ven en Jesús una esperanza. Jesús enseña y cura. En el contacto cercano con el sufrimiento, también enseña su experiencia personal de Dios, entrañable y dignificadora. A nosotros nos corresponde seguir formando parte de este movimiento de Jesús, sabiendo que su presencia se encarna y actualiza en la historia. Podemos ahora tocarle, acariciarle en los sufrientes del mundo y además, acompañar procesos formativos y organizativos, no sólo en las comunidades de fe, sino en otros espacios que cuidan y defienden la vida.
“El camino sinodal que, como Iglesia, hemos emprendido, nos lleva a ver a las personas más vulnerables —y entre ellas a muchos migrantes y refugiados” (Papa Francisco).