25a Semana Ordinario
Nuestra Sra. de la Merced
Esd 9,5-9: Dios no nos abandonó
Interleccional Tob 13: «Bendito sea Dios, que vive eternamente»
Lc 9,1-6: Los envió a proclamar el reino de Dios
1 En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades.
2 Y los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar [enfermos].
3 Les dijo: No lleven nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos túnicas.
4 En la casa en que entren permanezcan hasta que se vayan.
5 Si no los reciben, al salir de la ciudad sacudan el polvo de los pies como prueba contra ellos.
6 Cuando salieron, recorrieron los pueblos anunciando la Buena Noticia y sanando enfermos por todas partes.
Comentario
El medio consumista y comercial en el que nos desenvolvemos nos ha enseñado a medir, pesar y contar el porvenir. Le llamamos proyectar o planificar y suele concretarse en presupuestos y seguros financieros que nos mantengan a flote por si una catástrofe sobreviene. No era distinto en tiempos de Jesús; había que calcular con minucia. Sin embargo, él opta por un proceder diferente para que la vida sea digna para quienes no cuentan. Él confía en la normativa fundamental y sagrada de la hospitalidad, que era acoger al extraño. Desde la indefensión y la gratuidad cobra sentido la proclamación de su Reino. En algunas comunidades cristianas se evangeliza, si y solo si, con un buen presupuesto. Ver los ríos de indigencia en nuestro continente, nos hace pensar en la disparidad e injusticia. ¿Cómo es que las sociedades donde pulula el “cristianismo” son las que más se acostumbran a la desigualdad? ¿A qué se debe esto? ¿Habrá algo en nuestros modos de entender el Evangelio que sea excluyente? ¿Qué nos hace falta?
“Pero esa confianza generosa tiene que alimentarse y para eso necesitamos invocarlo constantemente. Él puede sanar todo lo que nos debilita en el empeño misionero” (EG 280).