23a Semana Ordinario
San Guido de Anderlecht (1012)
1Tim 1,1-2.12-14: «Yo antes era un blasfemo, pero Dios tuvo compasión de mi»
Sal 16: «Tú eres, Señor, mi heredad»
Lc 6,39-42: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
39 En aquel tiempo, ponía Jesús a sus discípulos esta comparación: ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?
40 El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro.
41 ¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo?
42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga del tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.
Comentario
Hoy y mañana leeremos la última parte del Sermón del Llano. Lucas recoge una serie de exhortaciones que hace Jesús, invitando a la comunidad discipular a cuidarse de la autosuficiencia y el orgullo. Anhela que pongamos por delante la humildad y la paciencia como medidores, tanto de las propias actuaciones como de las ajenas. Antes de convertirnos en jueces que fácilmente condenamos a los demás, reconozcamos nuestros propios límites, porque nadie es perfecto en este mundo. Es pernicioso y, a la vez, triste, que en las comunidades cristianas nos encontremos no para crecer juntos, sino para juzgarnos o ponernos tropiezos. Esta actitud perjudica muchísimo la vida de nuestras comunidades. Las críticas y habladurías como insiste el papa Francisco son como una bomba atómica que nos destruyen. Por eso recomienda: “no hablar mal de los demás no es sólo un acto moral, sino un gesto humano, porque cuando hablamos mal de los demás, ensuciamos la imagen de Dios que está en cada ser humano”.
“Depender de él nos libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad” (GE 32).
