Primer Lectura: Éx 40, 16-21.34-38:
La gloria del Señor llenó el santuario
Salmo: 84:
«¡Qué deseables son tus moradas, Señor!»
Evangelio: Mt 13,47-53:
Reúnen los peces buenos en cestos y tiran los malos
17ª Semana Ordinario San Ignacio de Loyola (1556)
El recorrido del Éxodo termina con la construcción y consagración de un santuario. Describe minuciosamente tiempos y materiales sobre el levantamiento de aquella arquitectura sagrada. La presencia gloriosa y consoladora de Dios habitaba el lugar. La dedicación del culto es a la memoria de la liberación de la esclavitud y su conformación como pueblo. Es la historia de un grupo esclavo oprimido que cuenta con la presencia providente de Dios. En el evangelio nos encontramos con dos parábolas. La primera, critica la exclusión social. Dios se revela como Padre acogedor que espera el compromiso de los rechazados por la sociedad. La segunda, recupera los valores judíos que humanizan y que son valiosos para la construcción del Reino. El pueblo surge de la integración y recuperación de sus raíces, de la conciencia de haber sido liberados. Interroguemos nuestras prácticas religiosas a partir su origen. Si no van en sintonía con lo que propone Jesús, no debemos asustarnos, pero consideremos el hecho de transformarlas.
“El Espíritu de Dios llenó el universo con virtualidades que permiten que del seno mismo de las cosas pueda brotar siempre algo nuevo” (LS 80).